N° 42

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Por Ludmila Adad. NURES. FACSO-UNICEN

El rol social de la Universidad Pública en Argentina siempre ha estado entre el debate y la acción. La inclusión en agenda de la discusión sobre un proyecto de Universidad que convoque al accionar conjunto de actores sociales -entre quienes se hallan también docentes, nodocentes, estudiantes y equipos de gestión-, centrados en pensar cómo pueden contribuir las instituciones universitarias a mejorar la calidad de vida de la mayoría de la población no es reciente, pero sí vigente. La vigencia conlleva un debate aún más profundo vinculado a las diversas formas en que la Universidad debería relacionarse con sus problemas y proyectos concretos. 

Y este debate ha sido puesto en escena, justamente, por quienes concebimos la práctica extensionista como un todo integral con articulación de funciones, que enseñe, investigue y haga extensión de una forma sincrónica y armónica. Un debate que ha pedido poner la atención -sin ánimos de generalizar- en el lugar relegado que se ha puesto a la actividad extensionista como si fuera una función secundaria, llevada adelante en el tiempo libre y colocada en un espacio donde no interfiera con las actividades curriculares obligatorias.

Que la Universidad Argentina en su conjunto finalmente entienda a la extensión como un proceso dialógico y crítico con la sociedad, edificado sobre el hecho de abordar los procesos de enseñanza-aprendizaje como fenómenos que tienen su fundamento en la praxis y que requieren partir del sentido común para acercarse posteriormente a la realidad desde una concepción científica, coadyuvará a propiciar el rol de la universidad como herramienta para la transformación social. 

Y este pareciera ser el camino  iniciado por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN) en la última década. 

Desde la organización de eventos destinados a reflexionar sobre esta práctica a partir de la puesta en común de experiencias (Jornadas de Extensión del MERCOSUR), la puesta en marcha y aplicación de distintas convocatorias para el subsidio del trabajo en territorio (Compromiso Social Universitario, Extensión UNICEN, actividades estudiantiles de extensión, etc.), una publicación periódica destinada a divulgar proyectos y artículos de discusión (Revista +Q2), hasta la reciente apertura de la Diplomatura Superior en Extensión e Integralidad destinada a formar docentes en los principios de la extensión crítica antes mencionados; la UNICEN se posiciona de frente a la pandemia repensando y renovando su compromiso social en las sedes de Tandil, Olavarría, Azul y Quequén.

En este contexto y desde el inicio del aislamiento social, preventivo y obligatorio se han relevado distintas iniciativas impulsadas y/o integradas por voluntarios y voluntarias de UNICEN a partir de la creación de la Red de Voluntariado COVID-19. Esta red integrada por docentes, nodocentes y estudiantes vinculados a las distintas unidades académicas y a la secretarías de Extensión y el área de Cultura de la Universidad, se ocupa de visibilizar y comunicar estas acciones a la sociedad general a partir de un blog y redes sociales gestionadas para tal fin. 

Si bien cada unidad académica tiene un rol específico en su territorio, de acuerdo a su contexto y en el marco de la autonomía que permite a cada una de ellas tomar las decisiones que su comunidad evalúen como pertinentes, no se obvia el trabajo en red a partir de discusiones colectivas que permiten llevar adelante acciones encuadradas en un mismo marco de concepción de la extensión que contemple tanto la praxis articulada de generación y transferencia de conocimiento para el desarrollo de elementos de diagnóstico, preventivos, paliativos y de asistencia social, así como la articulación con medidas de acompañamiento, cuidado y atención de estudiantes y docentes que llevan adelante la tarea de “la continuidad pedagógica”  en el marco de la virtualidad.

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2020

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Juan Pablo Matta (GESC-CONICET-UNICEN)

Matías Rafael Pizarro (GESC-CONICET-UNICEN)

Brenda Bahl (GESC-CONICET-UNICEN)

Natalia Larrea (GESC-CONICET-UNICEN)

Mercedes Mariano (GESC-CONICET-UNICEN)

Mariana Inés Godoy (ICSOH-CONICET-UNSa/GESC)

 

La coyuntura que inaugura la propagación a escala planetaria de lo que ha sido reconocido como COVID-19 en tanto enfermedad -y SARS-CoV-2 como su virus causante- y que el 11 de marzo de 2020 llevó a la Organización Mundial de la Salud a declararla como pandemia, presenta numerosos interrogantes para las Ciencias Sociales. Se trata de un fenómeno de escala global y de naturaleza compleja y multidimensional que ha impactado en forma drástica -y lo seguirá haciendo- en los más diversos ámbitos de la vida humana alrededor del planeta. En este contexto, la Antropología se enfrenta a nuevos interrogantes y ensaya novedosas modalidades de articulación con los problemas sociales que envuelven sus objetos de estudio. En este artículo repasaremos una experiencia de trabajo en curso desarrollada en el marco del Grupo de Estudios Socioculturales del Conflicto (GESC) de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN con la colaboración de una investigadora perteneciente al Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Nacional de Salta y CONICET, y que caracterizamos como un ejercicio antropológico de emergencia en tanto respuesta circunstancial a una situación crítica que requiere de una acción inmediata.

El establecimiento del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) establecido mediante el DNU (297/2020) por el Gobierno de la República Argentina el 19 de marzo de 2020 como medida de contención ante el avance de la pandemia de la COVID-19 supuso la repentina suspensión de la mayor parte de las actividades en el país. Como muchos otros equipos de investigación, el nuestro tuvo que suspender sus agendas de trabajo en curso y redefinir la totalidad de las actividades atendiendo las disposiciones incluidas en el decreto del ASPO. La labor investigativa de quienes hacemos antropología está fuertemente asentada en la interacción directa con las personas que crean -y recrean- los universos sociales que buscamos comprender, de manera que las nuevas condiciones impactaron fuertemente en la dinámica de nuestro trabajo habitual.

En estas circunstancias tomamos conocimiento de una serie de episodios que comenzaban a suscitarse en distintos puntos del país (inicialmente concentrados en el AMBA) vinculados a situaciones de escrache, estigmatización, discriminación, acoso y amenazas a personas sospechadas o confirmadas de COVID-19 (al igual que sus familiares, vecinos/as y compañeros/as de trabajo) y agentes de salud vinculados a su atención. Ante ello, consideramos que sería oportuno reorientar -en parte- nuestras actividades al análisis de estas situaciones (con muchas similitudes a las que habitualmente constituyen nuestros objetos de estudio) con el objeto de proveer en forma rápida conocimiento actualizado y de calidad a los organismos que tengan que elaborar políticas públicas para la gestión de estas situaciones. Desde un primer momento resultaba claro que en forma paralela al desarrollo de la enfermedad se iba desplegando otro tipo de problemática social capaz de agravar mucho situaciones que de por sí ya eran muy complicadas y que esto requeriría de atención estatal. Una mujer que sufrió el contagio de la enfermedad en Puerto San Julián, provincia de Santa Cruz, y que fue víctima de distintas acusaciones y hostigamientos reflexiona: “creo que más me dolió e hirió la mentira de la gente que el propio coronavirus”.

Para poder avanzar con el objetivo propuesto elaboramos un breve proyecto de investigación presentado en la Secretaría de Ciencia, Arte y Tecnología de la UNICEN orientado a relevar situaciones de estigmatización, discriminación, acoso y amenazas por Covid-19 en la Argentina. Siete integrantes del GESC se sumaron voluntariamente al proyecto y permitieron conformar un equipo de trabajo. En este marco se llevaron adelante distintas estrategias de relevamiento de casos (información periodística y entrevistas on-line) siendo el instrumento principal un cuestionario on-line que estuvo activo desde el día 12 de abril hasta el 30 del mismo mes y que permitió el registro en primera persona de 36 casos de hostigamiento por COVID-19 en el país. A partir del trabajo con estas fuentes el equipo comenzó un proceso de discusión orientado a la identificación de dimensiones y categorías de análisis que permitieran la construcción de distintas hipótesis de trabajo.

formularioEn función de las características de los casos analizados y de las áreas de especialización de las y los integrantes del equipo de trabajo, estamos trabajando sobre seis problemas articulados pero que requieren de un análisis particular. En primer lugar nos preguntamos acerca de los modos en que diferentes interpretaciones sociales participan de las situaciones analizadas. La pandemia ha resultado un campo propicio para la elaboración de diversas interpretaciones y cada una de estas elabora y asigna algún tipo de responsabilidad (Gluckman, 1972). Así por ejemplo, uno puede identificar interpretaciones de base política que consideran que la desgracia estuvo originada en algún complot internacional o iniciativa de alguna nación poderosa; otras de base tecnológica que vincula la emergencia de la enfermedad a la extensión de cierto tipo de tecnologías (la utilización de la tecnología de comunicación 5G, por ejemplo); algunas más asentadas en ideas ambientalistas en donde la enfermedad es interpretada como una especie de resarcimiento o venganza operada por la naturaleza en compensación de la actividad humana vista como nociva; versiones que tienen como base ciertas concepciones religiosas y morales e inscriben los acontecimientos en el marco de un castigo divino, por lo que se visualiza como una crisis moral de la humanidad; existen también numerosas versiones que minimizan o niegan los impactos de la pandemia e incluso hay quienes consideran que los casos son inventados por los gobiernos con distintos propósitos. Cada una de estas interpretaciones supone un modo singular de atribuir responsabilidad y en algunos casos de reclamar, imponer castigos o amenazar con ello.

Muy cercano a lo anterior, encontramos otro eje en las relaciones que esta pandemia establece entre representaciones médicas, representaciones sociales y los modos en que estas relaciones impactan en las situaciones analizadas. En este sentido se plantea analizar la relación metafórica que se presenta entre las representaciones del mundo social involucradas en situaciones de discriminación y las de la dinámica viral de contagio. Nos preguntamos acerca del impacto del hecho de que, a diferencia de otras situaciones de enfermedad epidémica comparables (HIV-ÉBOLA) la dinámica de transmisión de la COVID-19 sostenida por el saber científico, y recuperada como base de la política pública de prevención por el Estado, se acerca mucho a las representaciones de peligro que suscita en los casos analizados. De este modo nos preguntamos de qué modo la interpretación científica del contagio caracterizada por un alto nivel de transmisión por contacto cercano colabora con representaciones sociales que movilizan altos niveles de violencia y hostilidad hacia las personas enfermas o en contacto probable con la enfermedad (probabilidad que es también construida).

Otro aspecto es la relación que se plantea entre el estatus de enfermo y el de criminal. Se supone que en las sociedades industriales modernas a la persona enferma, a diferencia del criminal, no se le juzga responsable de su condición, siempre y cuando se muestre propensa a cooperar con su tratamiento, sometiéndose al control médico (Ver Conrad, 1992). Sin embargo, el proceso social implicado en esta pandemia muestra una gran confusión entre el status del enfermo y el del criminal en cuanto a la asignación de responsabilidad individual y esto parece operar mucho más en torno a ciertas categorías de personas. Médicos y policías se convierten en los agentes más activos de la política pública combinando la atención sanitaria con operativos capilares de prevención y control de la población, interrupción de la circulación y aislamiento de personas ante sospechas epidemiológicas. A la vez este proceso, puede exponer no sólo al contagio sino también a la acusación estigmatizante a categorías de personas antes excluidas de esta clase de mecanismos discriminatorios –como aquellas que accediendo al turismo internacional han retornado al país infectados-. Sin embargo, encontramos que algunas categorías de personas encuentran mayor inmunidad moral frente al virus que otras conllevando esto un diferencial de poder entre distintas poblaciones a la hora de afrontar las distintas acusaciones sufridas. Concomitantemente, estos grupos sociales expuestos al contagio y susceptibles de acusación han variado en distintas etapas del desarrollo de la pandemia y de la política de aislamiento, por lo cual el eje temporal en este proceso se torna en una matriz de comprensión central.

Un cuarto tópico tiene que ver con la creación y circulación de chismes, rumores y habladurías (Strathern y Stewart, 2008) a propósito de situaciones de contagio y los modos en que estas modalidades de comunicación moldean los casos analizados. La producción de sospechas y de múltiples historias sobre un caso tienen un importante papel en la elaboración y ejecución de las acusaciones y procesos de difamación pública envueltos en los casos analizados. Aquí, las categorías vernáculas de “casos sospechosos” y “casos confirmados”/“personas contagiadas” son centrales para dilucidar la interpretación nativa de esta dinámica que, en principio, se presenta vivida por los actores como confusa e incierta. Los chismes, rumores y habladurías crean una continuidad narrativa con elementos discontinuos y, en general, favorecen versiones acusatorias. En estas circunstancias, las personas que se convierten en posibles portadoras del virus comienzan a ser consideradas como “peligrosas” y se ven envueltas en numerosos chismes y rumores que enfatizan en supuestos comportamientos inmorales.

La vecindad aparece como otro aspecto de central relevancia en los casos analizados. La proximidad espacial es un eje característico tanto de la noción de vecindad como en las concepciones del riesgo (Douglas, 1986) vinculadas a la enfermedad COVID-19. En más de un 50% de los casos relevados, la figura del vecino es indicada como la interviniente en las situaciones de agravio y hostigamiento al mismo tiempo que la mayoría de las personas que fueron objeto de estas circunstancias se engloban en el universo de los denominados “casos sospechosos”, y en buena parte de ellos, sin una sospecha acreditada en términos médicos hospitalarios o sintomáticos. Observamos que se produce un desplazamiento de la idea de “caso sospechoso” desde el ámbito sanitario al de las relaciones vecinales, operando una lógica propia de clasificación y ordenamiento de este tipo de relaciones apoyado en las normativas oficiales del acatamiento y cumplimiento del confinamiento. De este modo la vecindad no sólo aparece como un tipo particular de relación social sino además como una arena de disputa, clasificación y acusación, portadora de una sensibilidad legal específica (Matta, 2016) en el marco de la cual se llevan adelante las acciones de amenaza u hostigamiento analizadas.

Finalmente, la niñez apareció como un núcleo especialmente problemático en el contexto de la pandemia que originó numerosos actos de discriminación. Principalmente situaciones en las cuales mujeres que conviven solas con sus hijxs, se han visto imposibilitadas de ingresar a comercios y lugares públicos acompañadas de ellxs. Se trata mayoritariamente de madres de sectores medios urbanos, profesionales, que en el actual contexto deben combinar las tareas de cuidado de sus hijxs con sus actividades laborales. Observamos que en estos casos se produce una ampliación circunstancial del universo social que habitualmente es objeto de estigmatización social por vincular el trabajo con la crianza de niñxs. Por otra parte las acusaciones de “irresponsabilidad” hacia las madres que circulan con sus hijxs apelan a la infracción a la normativa que prohíbe la circulación de la población como modo de validación. Esta imputación es objetada apelando a la condición de excepción contemplada en el ASPO conllevando una disputa por la interpretación de la normativa entre madres/policías y madres/comerciantes, por el uso situacional de las normas (Gluckman, 1991).

En conjunto, estas hipótesis de trabajo buscan avanzar en una caracterización antropológica de situaciones vinculadas a episodios de acusación, intimidación y hostigamiento a personas asociadas a la COVID-19 en la República Argentina. La modalidad de trabajo ha sido adaptada a las circunstancias presentes en función de lo que hemos entendido desde un primer momento como un ejercicio antropológico de emergencia. Por otra parte, en el corto recorrido de esta experiencia pudimos construir articulaciones institucionales con organismos sensibles al tema (como el INADI), e intervenir ante requerimientos de medios de comunicación en este escenario, lo que esperamos facilite en el corto plazo la traducción de los resultados de estos trabajos en políticas públicas eficaces para la atención de estas problemáticas.

 

Bibliografía

Conrad P. 1992. Medicalization and social control. Annual Review of Sociology; 18:209-232.

Matta, J. P. 2016. “Entre vecinos eso no se hace. Sentidos de justicia y de vecindad en el marco de un dispositivo institucional de administración de conflictos”. En: Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología, Enero-Abril, pp. 55-71.

Strathern, A. Y P. Stewart 2008. Brujería, hechicería, rumores y habladurías. Madrid: Akal.

Gluckman, M. 1972. The allocation of responsibility, Manchester: Manchester University Press

Douglas, M. 1986. Risk Acceptability According to the Social Sciences, Russell Sage Foundation, Nueva York.

Gluckman, M. 1991. Custom and Conflict in Africa. Oxford y Cambridge, Blackwell.

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2020

 

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Esp. Florencia Torregiani

Lic. Exequiel Alonso

El Área de Educación a Distancia fue creada, por resolución del Consejo Académico, a finales del año 2015. Cuatro años y algunos meses más tarde la pandemia provocada por el COVID- 19 le toma examen a una educación, mediada por los entornos virtuales de enseñanza y aprendizaje, que históricamente fue puesta en duda por gran parte de la comunidad universitaria en todo el país. Como una o un jugador que espera años su oportunidad de salir al campo de juego, la educación a distancia tiene hoy la oportunidad histórica de no fallar en sus premisas de ampliar el derecho a la educación y garantizar formación de calidad para los estudiantes. Sin embargo, no todo son oportunidades, los desafíos son cotidianos e involucran a los múltiples actores que formamos parte de este proceso de continuidad pedagógica: ¿Por qué la Facultad de Ciencias Sociales está hoy preparada para virtualizar todas sus cátedras? ¿Cómo se garantiza el acceso a los estudiantes a este tipo de formación? ¿Cómo se garantiza la calidad educativa sin sobrecargar la tarea de los y las docentes y estudiantes? ¿Qué aprendimos y qué nos preocupa del futuro próximo? 

Breve historia de nuestro trabajo

En el año 2015 asumimos el compromiso de trabajar en un Área novedosa y desafiante, no solo para la Facultad de Cs. Sociales sino para la UNICEN, que hasta ese entonces tenía pocas unidades académicas con equipos destinados a la educación virtual. Nuestra formación de base, las Cs. de la Educación y las Cs. de la Comunicación, parecían limitadas para tal desafío. Sin embargo, con esfuerzo, horas de tutoriales y colaboración de diferentes expertos disciplinares aprendimos lo necesario para asumir tareas técnicas (como el uso del campus virtual en la plataforma Moodle) y administrativas (tales como garantizar inscripciones a las propuestas, gestionar usuarios en el campus y matricularlos). En este proceso, diseñamos en conjunto con la Mag. Mabel Guidi nuestro primer curso de formación que luego dictamos para la comunidad educativa de la FACSO en cuatro oportunidades. El objetivo era y sigue siendo el mismo: capacitar a docentes, graduados, estudiantes y personal administrativo para enseñar en la modalidad virtual.

En la medida que la cantidad de aulas crecían en el campus y que nuevos equipos docentes se animaban a elaborar cursos de extensión 100% virtuales, fue necesario crear más materiales educativos específicos, documentos orientadores, tutoriales de uso del campus, recomendaciones en diferentes formatos y, por supuesto, sostener reuniones frecuentes de acompañamiento: presenciales, virtuales, por llamada telefónica y por Whatsapp. En el año 2018 con la primera edición de la Diplomatura en Comunicación Pública de la Ciencia, que desembarcó en el campus “Sociales virtual”, la integración del Área de Educación a Distancia con la Secretaría Académica, la Secretaría General y la Secretaría de Posgrado, aceitó un engranaje que sigue siendo vital en la actualidad para que cada estudiante pueda inscribirse, obtener su acceso al campus, llevar adelante el proceso educativo y finalmente sea certificado. También resulta imprescindible el diálogo y los aportes de los diferentes Departamentos Académicos de la Facultad, que en estos años y por medio de la Comisión de Educación a Distancia de la FACSO, brindaron sus conocimientos para mejorar los procesos de trabajo de Sociales virtual.

En el transcurso de estos años, y a meses de cumplir el quinto aniversario de existencia, el equipo del Área de Educación a Distancia se dedicó a formar docentes y a construir conocimientos que se materializaron en nuevos dispositivos de capacitación, por ejemplo los talleres y las charlas, como en producciones científicas presentadas a diferentes congresos académicos. En cada ponencia escrita, se reflexionó sobre las múltiples dimensiones que comprenden la docencia en la virtualidad: cuestiones relacionadas con la gestión institucional, la formación docente, la tutoría (o la serie de tareas que se esperan de quienes enseñan en un campus virtual), la dimensión política de la Universidad y las condiciones laborales de nuestros compañeros y compañeras (dado que también somos docentes).

En la actualidad, los números son elocuentes (tanto como las responsabilidades y desafíos): están en funcionamiento solo en el primer cuatrimestre 53 cátedras virtuales de las carreras presenciales; 12 cursos de Extensión Universitaria y 3 cátedras del Ciclo de Complementación Curricular en Relaciones Laborales. En el primer cuatrimestre tenemos más de 100 docentes enseñando y 500 estudiantes aprendiendo. La cantidad histórica de usuarios, en estos cuatro años y algunos meses, es de 1.880. Es decir, mil ochocientas ochenta personas participan o alguna vez participaron de alguna propuesta realizada en el campus virtual de la Facultad de Ciencias Sociales.

Para dar respuesta a esta demanda, como equipo del Área de Educación a Distancia pusimos a disposición de los docentes un aula denominada “Espacio del campus para tutores” que cuenta con tutoriales, plantillas de edición de clases, materiales de estudio, bibliografía y foros de consulta. Un espacio cuyas paredes virtuales se siguen ampliando.

Los desafíos de enseñar y aprender en tiempos de pandemia

Tal como estudiamos quienes cursamos las carreras que ofrece la FACSO, las Tecnologías de la Información y la Comunicación implican un potencial concreto, el de superar las barreras del tiempo y del espacio físico. La investigadora Paula Sibilia (2005) diría que podemos estar presentes, de manera simultánea, sin necesidad de estar espacialmente en el mismo lugar. Esto es lo que sucede con la educación en los entornos virtuales[1] de enseñanza y aprendizaje, dado que no es necesario estar en un aula de la Facultad de Sociales, ubicada en Del valle al 5000 para cursar una carrera, hacer una consulta o aprender sobre el materialismo histórico, por citar solo un ejemplo.

Sin embargo, hoy nos vemos ante la obligación de plantear otras preguntas: ¿Todos nuestros estudiantes pueden acceder a internet y a los dispositivos para participar del proceso educativo? En este sentido, destacamos el esfuerzo constante del Centro de Estudiantes y la Secretaría Académica de la FACSO, que por medio de encuestas y llamados identifican problemas de conectividad y proponen soluciones.

Del otro lado del mostrador, los y las docentes asumimos una multiplicidad de tareas como parte de nuestro trabajo cotidiano: preparar clases, leer y actualizar bibliografía, diseñar consignas, corregir actividades, ofrecer espacios de consultas, diseñar materiales educativos, participar de encuentros académicos, entre otras. La virtualización de las cátedras, entendemos, implica repensar estas tareas y asumir otras: un seguimiento pormenorizado de cada estudiante (que ahora debemos “ir a buscar” en la virtualidad porque no se acerca al salón de clases físico de la facultad); repensar los materiales y las consignas de actividades, proponer recursos de la web, evaluar el proceso con otros instrumentos y aprender a usar Zoom, Jitsi, Skype o alguna plataforma de videollamadas (la lista podría seguir).

El riesgo latente de la flexibilización de las condiciones del trabajo docente es una posibilidad, tanto para la educación presencial como para la educación virtual, sin embargo tenemos motivos para preocuparnos con la virtualización de la educación, dado que por medio de las múltiples tecnologías que nos acompañan en nuestra jornada se hacen borrosas y confusas la delimitación de tareas, momentos, responsabilidades y límites entre el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio. En ese sentido, y como expusimos en el último congreso de la Red Universitaria de Educación a Distancia (Alonso y Torregiani, 2019), frente a la “uberización[2] de la economía” propia de esta fase del capitalismo global (y en expansión por la pandemia) creemos imprescindible fortalecer los lazos colectivos, reconocernos como trabajadores y organizarnos para expresar y defender nuestros intereses. La autonomía universitaria y el cogobierno son espacios propicios para debatir acerca de cómo garantizamos educación virtual de calidad sin lesionar derechos laborales conquistados.

Ante estos desafíos, la comunidad universitaria en su conjunto, tanto quienes formamos parte de espacios institucionales, docentes, estudiantes y la gestión, asume hoy el compromiso de continuar enseñando y aprendiendo. Pero también continuar colaborando con la comunidad en su totalidad en una época de alta incertidumbre y riesgo concreto para la salud de la población. Por medio de actividades de Extensión, campañas solidarias, proyectos de investigación y transferencia, talleres y capacitaciones.

Pero, ¿para qué sociedad estamos formando? ¿Qué conocimientos habrá que construir?, y finalmente, ¿para qué mundo? Ante este escenario de transformación, es fundamental que recuperemos la pregunta del para qué, es decir, del sentido de la educación.

Qué aprendimos y qué aprenderemos

Estamos aprendiendo a transformar, necesariamente y a ritmo acelerado, nuestras propias prácticas. También reflexionando sobre la lógica de la universidad, sus dogmas estancos propios de una pedagogía tradicional, que separa entre teóricos y prácticos, evaluaciones por repetición de información y clases magistrales y unidireccionales, entre otras.

Estamos aprendiendo a usar críticamente las TIC, pero sobre todo a desterrar el mito de los nativos digitales (Prensky, 2001) que supone que todo joven (estudiante) domina el universo de aplicaciones y dispositivos, y que todo adulto (profesores) es un “inmigrante” a quien necesariamente le costará dominar estas herramientas. Ahora que sabemos que esta idea no es cierta, podemos volver a pensar el para qué de los recursos tecnológicos que utilizamos, qué procesos favorecen, cómo se inscriben en una planificación más profunda y consciente de aquello que queremos enseñar. Está demostrado: ni Zoom, ni Padlet, ni el celular, ni un aula virtual pueden reemplazar la mediación pedagógica, es decir, la tarea docente en toda su complejidad.

Hacer el aula, como construcción, como comunidad de aprendizaje, siempre ha sido fundamental para que pueda darse el encuentro humano que es la educación, ese acto que es pedagógico, y por tanto, un acto político. Hoy la posibilidad del aula se nos presenta de manera virtual, pero insistimos, no alcanza con el soporte físico, material, de las paredes que hoy son pestañas, sino en la necesidad de crear ese “estar” juntos, y aprender colectivamente. Meirieu, P. (2020) diría, la importancia deinstituir un espacio-tiempo colectivo y ritualizado”.

Relacionado con esta idea, estamos aprendiendo que la práctica tutorial del docente virtual incluye dimensiones pedagógicas, organizativa, social o afectiva, técnica y comunicacional, que exceden, al igual que en la presencialidad, los saberes o conocimientos disciplinares. Tenemos un gran desafío por generar ambientes de enseñanza y aprendizaje que no se desvinculen de la emoción y el afecto, que se vuelvan oportunidad para enseñar contenidos disciplinares y para construir conocimientos en conjunto, a partir de la propia experiencia que involucra a docentes y estudiantes en un mismo entorno.

¿Por qué es importante entonces la mediación pedagógica? Porque quien enseña, enseña a leer el mundo. Ese mundo que hoy está siendo transformado y seguirá haciéndolo. La educación constituye un puente, entre actores y comunidades, entre saberes y conocimientos y por supuesto entre las distintas culturas y modos de leer el mundo, o los mundos, en términos de las distintas realidades vividas por los actores. Quien enseña está involucrado/a en la creación de lo común y en el acompañamientos brindado a cada uno/a en su singularidad y en la construcción de un nosotros.También hemos aprendido que en esta mediación pedagógica, el contexto nos interpela a pensar cuál será el conocimiento necesario para comprender y transformar nuestra realidad. Es imprescindible mantener el contacto con la misma, y allí el reto de “captar los dramas de la vida real” (Freire, Shor; 2014: 19). En este momento, repensar la enseñanza se vuelve fundamental en un escenario de crisis, en el que el mundo ya no será el que conocíamos, así como tampoco nuestra cotidianidad.

El contexto, y la necesidad de dar respuestas, nos lleva a preguntarnos ¿qué entendemos por conocimiento? ¿Cómo se “accede” al mismo? y ¿cómo aprenden nuestros estudiantes? Estas primeras reflexiones, nos conducen a tomar decisiones acerca de qué enseñar y cómo. Sostiene Meirieu, “el acto pedagógico no es una simple yuxtaposición de intervenciones individuales, por muy afinadas que sean, sino una construcción, tanto material como simbólica” (Meireau; 2020).

Finalmente, aprendemos no solo a configurar una videollamada y a dominar cada vez con mayor precisión los recursos del aula virtual, sino a crear nuevos materiales para las necesidades propias de esta situación de excepción, con la finalidad de construir colectivos de aprendizaje. Equipos institucionales, docentes, estudiantes y comunidad en general nos encontramos descubriendo nuevas maneras de resolver problemas existentes y otras formas de hacer frente a los desafíos que el “día a día” nos impone. En este sentido tenemos una nueva oportunidad, como Facultad y como equipo de educación a distancia para fortalecer los puentes con los múltiples saberes de la comunidad, para que no circulen inadvertidamente sino que permeen las paredes de las universidades públicas y que, en el diálogo entre saberes científicos y populares ambos se transformen.

Por eso, sostenemos que hoy más que nunca tenemos el gran desafío de afianzar y trabajar en pos de la igualdad de derecho a la educación, tanto en el acceso, como en la permanencia y graduación. Sabemos que a nivel mundial hay muchos intereses financieros en juego, que a pesar de nuestros horizontes democráticos, promueven una concepción comercial o mercantilista de la educación. Tenemos por delante el desafío de compartir conocimientos, más que de consumir programas informáticos, aplicaciones y herramientas de la web; de incluir, más que profundizar la exclusión; de pensar las clases de manera situada y contextualizada, especialmente desde las Ciencias Sociales, más que de reducir la actividad en el aula a ejercicios programados o estandarizados. Porque, recuperando la vigencia de “El Principito”[3], podemos decir que hoy más que nunca: lo esencial es invisible al software.

Bibliografía referenciada

Alonso, E. y Torregiani, F. (2019, Octubre). Reconfiguraciones en el ser y hacer docente a partir de la inclusión de aulas virtuales en FACSO UNICEN. Trabajo presentado en el “Octavo Seminario Internacional de Educación a Distancia: La educación en prospectiva. Prácticas disruptivas mediadas por tecnologías", Tilcara, Jujuy.
Alonso, E. y Torregiani, F. (2017). La educación virtual en una propuesta de extensión universitaria: estudio de caso en el Área de Educación a Distancia de la FACSO-UNCPBA. En La educación como práctica sociopolítica: prácticas escolares y no escolares que interpelan el sentido de educar: Actas del X Encuentro del Colectivo Argentino. Compilado por C. Caffarelli y A. Errobidart. E-book: 978-950-658-440-5 (http://bit.ly/2phQGu1) Facultad de Ciencias Sociales. UNCPBA, Tandil.
Alonso, E. y Torregiani, F. (2017). Experiencia de creación del Área de Educación a Distancia en FACSO UNICEN. En 7mo Seminario Internacional de Rueda: Enseñar en la virtualidad: Nuevas presencialidades y distancias en la educación superior. Compilado por Ambrosino, María Alejandra; Alejandro Héctor González. E-book: 978-987-692-162-6 (https://bit.ly/2ltvJuN) Universidad Nacional del Litoral. Santa fé.
Freire, P. y Shor I. (2014) Miedo y osadía: La cotidianidad del docente que se arriesga a practicar una pedagogía transformadora.- 1ª ed. (especial).- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Meirieu, P. (2020). La escuela después”.. ¿Con la pedagogía de antes? [Online] MCEP. Disponible en: http://www.mcep.es/2020/04/18/la-escuela-despues-con-la-pedagogia-de-antes-philippe-meirieu/?utm_campaign=shareaholic&utm_medium=facebook&utm_source=socialnetwork&fbclid=IwAR3t3H11KrWw71Oz6uHlJoku6Ud8K8d_Pi_QUx2IUbFxdzpWV_z9drNhtz0. [Recuperado 13 de mayo de 2020]
Sibilia, P. (2005). Blogs, fotologs y webcams: El show del yo vía Internet. Estética, ciencia y tecnología. Creaciones electrónicas y numéricas, 261-286.


[1] Páginas web que están preparadas con recursos específicos para la enseñanza y el aprendizaje, por ejemplo foros de debate.
[2] Esta idea es de Auvergnon (2016) quien hace referencia a la aplicación “Uber”, de radiotaxis, que propone un nuevo modo de entender las relaciones laborales, cuyas características son: contratación flexible, pérdida de derechos laborales, disponibilidad permanente a las tareas del trabajo, mecanismos de control y sanción, traslados de costos al trabajador, quiebre de lazos colectivos y de organización gremial, desregulación normativa de la profesión, extensión de la jornada laboral, sistema de premios y castigos que fomentan la competitividad entre colegas, entre otros.
[3] de Saint-Exupéry, A. (1992). El Principito. Buenos Aires: EMECÉ

Área de Educación a Distancia. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Centro de la Provincia de Buenos Aires Av. Del Valle 5737 Complejo  Universitario Olavarria CP B7400 JWI02284-450115 (312) Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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2020

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 Por: Mónica Cohendoz. Directora del Observatorio de Medios, Ciudadanía y Democracia. FACSO-UNICEN.

 

600x200El Observatorio de Medios, Ciudadanía y Democracia, se encuentra participando del Voluntariado Universitario organizado por la UNICEN para realizar tareas de extensión durante el aislamiento social decretado por el Estado Nacional a raiz de la pandemia causada por el virus COVID-19. Nos unimos para difundir en la población los alcances del fenómeno denominado “infodemia” en nuestra región centro de la provincia de Buenos Aires.

Los medios de comunicación en esta experiencia que iniciamos en marzo del 2020 son protagonistas indiscutidos, ya que la población demanda ante la incertidumbre provocada por el virus, información para conocer su origen y deriva, además para mantener sus vínculos en la vida cotidiana.Hace largo tiempo que las y los intelectuales del campo de estudios de la comunicación (Eliseo Verón, Jesús Martín Barbero, Marita Mata y otres en América Latina) debaten sobre la “mediatización social”, el modo en que los medios masivos de comunicación se han convertido en una condición de existencia social, sin los cuales ya no podríamos comprender muchas cosas que suceden en nuestra experiencia.

 

Red de Voluntariado Covid-19 UNICENDurante la cuarentena, los medios agudizaron esta presencia a tal punto que dia a dia agenda politica, agenda pública y mediática coincidieron en la construcciòn de sentidos acerca del COVID-19 (ninguna de estas agendas desconoció el interés político,comunitario y económico que representa). La concentración del poder actuar, decir y hacer en esta situación de los medios masivos nos lleva a lo que llamamos “infodemia”en la pandemia: la sensaciòn de que al igual , que el virus nos invadió, la informaciòn sobre la pandemia nos ha invadido. 

Esta dependencia colonialista respecto a la información sobre la pandemia la desnaturalizamos desde el Observatorio de Medios, ciudadanía y democracia a través del análisis del tratamiento de la informaciòn sobre la pandemia en nuestra región. Fake News, construcción social de la realidad, emergencia de un nuevo lenguaje social, vacíos informativos, agendas locales, transformación de las rutinas periodísticas, tratamiento de la información sobre el COVID-19 , etc. son problemas del discurso periodístico que estamos focalizando en nuestras intervenciones como equipo de 20 docentes y estudiantes de las Carreras de periodismo y Comunicaciòn social de la FACSO que desde el 2018 constituimos el proyecto de investigación y extensión. 

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2020