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Matías Rafael Pizarro, estudiante de Antropología Social
Facultad de Ciencias Sociales, UNICEN
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beca Erasmus+ Credit Mobility Programme
Universidad de Lodz, Polonia

pizarro10Han pasado ya –al momento de escribir esta nota- más de cuatro meses desde aquel veintiuno de septiembre en que aterricé en Polonia, coincidente con el equinoccio otoñal del hemisferio norte. Casi como una metáfora, las hojas comenzaban a caer y el frío empezaría a abrirse paso. Las hojas como aquellos momentos de la cotidianeidad de lo que se considera “nuestra casa” y la apertura a un mundo desconocido, tanto, como ese frío de la Europa central y oriental. La valija quedó algo chica para todas las inquietudes dotadas de una ansiedad propia que me acompañaron hasta aquí. A manera de cierta intriga con ojos antropológicos de un estudiante que atraviesa todo el océano Atlántico –claro, vale aclarar, sentado en un avión y sin aventuras de siglo XIX-, la exoticidad estaría allí esperándome en modo de prueba. Digamos que atreverse al uso conceptual de lo exótico o aquello que englobamos como exoticidad, puede resultar todo un pudor a vencer sobre las barreras de lo cliché y/o los lazos colonialistas que involucran al surgimiento de la antropología, de los cuales sin embargo debemos hacernos cargo. De esta manera, considero amablemente pertinente el uso de dicho concepto para abrirme paso a otro ejercicio arma prima de nuestra disciplina, la desnaturalización. Solo así habrá sido posible un análisis de experiencia, por lo menos, coherente con las realidades otras y dotado de la reflexividad sobre la cual renunciar sería un suicidio.

NOS-OTROS

Luego de pasadas unas horas de haber llegado finalmente a la ciudad de Lodz, ubicarme en la residencia estudiantil que me alojaría durante mi movilidad y algunas horas de sueño, temprano por la mañana del veintidós de septiembre me sumé a las clases de polaco, las cuales habían comenzado tres días antes. El grupo: alrededor de veinte estudiantes de diferentes nacionalidades latinoamericanas (Bolivia, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Perú, Ecuador, Guatemala, México, Chile, Colombia, Argentina). El ordenamiento por estereotipo, por estrategia pedagógica, no lo sé, pero dicho grupo funcionó a menos para ir dando nuestros primeros pasos aquí. Respecto al idioma, fueron dos semanas con clases intensivas y luego quien lo deseaba continuaba sus clases durante el resto del semestre. (Una mención de honor a Justyna, nuestra joven profesora siempre alegre y comprensiva con nuestras inquietudes).

 

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Junto a ellos fui descubriendo los primeros trazos geográficos de la ciudad. Dónde ir de compras, que línea de tram tomar, cómo comprar los tickets, los peligros de las multas –a la que con el tiempo finalmente no esquivé y eso será capítulo de algún otro apunte de experiencia-, dónde está el banco más cercano, la primera salida, los papeles y acuerdos a completar, entre otros avatares diarios.

También juntos fuimos experimentando en primera persona la barrera más compleja y en cierto modo traumática, la cual aún me sigue generando una gran incomodidad y en situaciones una especie de culpa incomprensiva: la idiomática. Vale mencionar para quien aún no lo sepa, que la mayor oferta de cursos para estudiantes extranjeros dentro del extenso programa Erasmus, se da en inglés, lengua extranjera requerida para acceder a la beca. Pero fuera del ámbito institucional de la universidad, la gente habla su idioma: polaco. Y es un acto de arrogancia, a mí parecer, obligar y forzar a un entendimiento por fuera de su idioma. Con un fuerte sentido nacionalista de identidad y una historia donde la Unión Soviética fue protagonista, el inglés entre las generaciones más viejas se nota que no ha sido bienvenido. Así fueron apareciendo los papelitos escritos para poder acceder a los boletos del polskibus o de tren, el uso en apuro del traductor del celular, entre otras anécdotas divertidas y sufridas.

 

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Rápidamente los lazos entre nosotros se fueron fortaleciendo y en poco tiempo se fue generando la idea de ‘familia’ latina. Las clases de polaco, el grupo de whatsapp, los compañeros de cuarto, las compras, las salidas, etc. Casi de cierto modo metafórico, y otro bastante en verdad, una especie de diáspora espiritual nos embriagó de su maná y nuestros vínculos quedaron atravesados por una lealtad construida alrededor y sobre una base identitaria identificada con nuestro continente de procedencia. Naturalmente, se trata de una experiencia de movilidad y aunque temporalmente transitoria, también de migración. Y un poco a propósito, aquí aprovecho para expresar mi absoluto repudio al decreto estigmatizante y xenófobo del presidente Mauricio Macri que modifica la Ley de Migraciones sobre la base de prejuicios y estereotipos peligrosos que infunden desconfianza y temor para disciplinar a la población bajo el ala, valga decir, de una fuerte incomprensión histórica y humana. Y como el mapa de las desigualdades es materia geopolítica, también hay que decir que aquí hemos sido víctimas de alguna que otra situación donde nuestra vulnerabilidad migratoria funcionó a favor de ciertos intereses y/o propagación de un prejuicio excluyente. ¿Felizmente? Algunos sectores se hacen eco del rumbo agonizante en materia de fraternidad humana que toma el mundo y no esquivan la problemática. El día veinticinco de enero un grupo de estudiantes polacos se movilizó sobre la calle Piotrkowska (calle principal y atractivo de turistas y estudiantes extranjeros) y entre una serie de reclamos justos aparecía la cuestión problemática de la xenofobia y su apoyo manifiesto a estudiantes de otros países que realizan una instancia de movilidad aquí o que incluso eligen Polonia como sede permanente de sus estudios, futuro profesional y trabajo.

 

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A pesar de estas inconsistencias, no sería capaz de diagramar un esquema homogeneizador sobre la población europea, en general, y polaca, en particular. Para darle algún cierre a este apartado donde presento mínimamente el desarrollo de nuestros primeros vínculos entre quienes llegamos desde el continente americano, intento mostrar a ligeras como fue la entrada a este nuevo extraño mundo. Pero también será motivo de palabras futuras, la oportunidad de conocernos hacia adentro como hermanos latinoamericanos del otro lado del Atlántico. Aún somos poco abiertos con nuestra tierra. De lo que me lamento: en varias oportunidades la idea de familia y comunidad latina se reforzaba tanto que la burbuja nos encerraba. Algunos se atreven a pincharla y otros no. Entendible.

ELLO-S

pizarro7Ordinariamente el tiempo fue pasando. El welcome meeting (encuentro de bienvenida) a cargo del staff de la ISO (Oficina de Estudiantes Internacionales en su sigla en inglés) y la Universidad de Lodz, el barbecue con motivo de integración, la facultad, las clases, las modificaciones en el acuerdo de materias, los profesores, los nuevos vínculos. La gente caminando por las calles, el teatro, las salidas culturales dirigidas por el entrañable Sławomir. Lo exótico te golpea la puerta de tus ideas, los lentes se te empañan y los ojos comienzan a reflejar nuevas imágenes. Ahora el ejercicio se torna más interesante y a pesar de eso siempre resultará incompleto. “Antes de la movilidad” (Before the mobility), tal como se menciona al primer acuerdo que se establece entre las partes, la diferencia a la hora de ‘acreditar’ las materias y cursos ya te pone algo inquieto. Y también te obliga a conocer. Y una vez que tu cuerpo se inscribe en un nuevo espacio que se construye sobre otros valores, normas diferentes y una desconocida –al menos de primera mano- trama de significados que dan sentido a la vida de este otro lado del océano, comienzas a darle lugar a otro tipo de comprensión, que se empapa de conexiones históricas y políticas. ¿Acaso después de poner tus pies dentro de Auschwitz no dejas de ser el mismo que eras minutos antes sentado en el colectivo que tomaste en Cracovia relajado con tus headphones? Sin dudas que sí, pero no para convertirte tan solo en un indignado sufriente más con nuestra historia, casi a modo de turista en muestra de luto, sino para hilar más fino en esa urdimbre que los seres humanos mismos vamos tejiendo en el devenir histórico y existencial. Aquí no puede haber lugar –aunque se lo haga- para las superficialidades. Conocemos aún más de cerca lo que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial en el marco de un mapa de horror –que adscribo, no fue excepcional, lo mismo que para la última dictadura cívico-militar argentina y las demás tragedias que nos pisan los talones-, pero también leemos que setenta años más tarde desde el propio gobierno polaco se niega, no una cuestión numérica, sino los crímenes sucedidos –cualquier semejanza con el acontecer nacional, no es pura coincidencia- en un país donde aún la memoria tiene mucho para tejer, pero hay esfuerzos claros (como los generados desde el Departamento de Sociología de la Facultad de Economía y Sociología de la Universidad de Lodz a cargo de la profesora Kaja Kazmierska) que merecen su reconocimiento y un soplo de viento que los siga fortaleciendo a contrapeso de las políticas oficiales.

 

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Salteando por un momento el relato que puede acusárselo de ser pecaminosamente político e ideológico –sin dudas que lo será-, aprovecho para contarle a quienes puedan sentirse impulsados a vivir una experiencia de este tipo, que a lo largo de cinco meses –el período que durará mi movilidad- conoces personas con las cuales tus trámites se simplificaran en su angustia y también aquellos pares de muchos países del mundo con quienes podes sentarte a charlar sobre su cultura, sus tradiciones, su identidad política –como país y como sujeto-, hasta compartir sesiones de zapada funky con un francés, un alemán y un italiano. Compartir el hostel con gente de Azerbaiyán; cenas con gente de Turquía; trenes con irlandeses; clases con compañeros y compañeras de España, Zambia, Japón, China y Afganistán; residencia con ucranianxs, angoleñxs, congoleñxs y tu habitación con alguien de la India; solo algunas menciones para dar cuenta del enorme, atrayente, interesante y estimulante vínculo intercultural que se crea, que creamos –y para otra pizca de interés, no exento de incomodidades e incomprensiones-.

 

Cada uno de ellxs, como cada parte de aquello, se convierte en el hilo conductor de nuestro telar. He ahí nuestra habilidad con la aguja de tejer. Y nuestra capacidad de conocerse uno mismo y cuestionarse, repensarse. Y dar lugar a nuevos ovillos.

 

REFLEXIONES FINALES

pizarro3Suelo ser reacio a evaluar cualquier tipo de experiencia solamente sobre un binarismo de bueno/malo. Pero sin dudas, que esta oportunidad desde lo inesperado se ha tornado inolvidable. Y son esas, las vivencias que se hallan difíciles de olvidar, las que mayores huellas dejan sobre el ser humano. La historia política de nuestros pueblos se ha tornado una materia fácil de yacer en el olvido porque las usinas poderosas han dirigido grandes estrategias en favor de una falsificación histórica para posteriori des-memoria. Pero la experiencia humana no puede gravitar eternamente en el desconcierto de lo ahistórico. El antropólogo social británico Edmund Ronald Leach, en una obra clásica de la antropología, aún nos sigue diciendo: “Las sociedades reales existen en una dimensión de tiempo y espacio. Las situaciones demográficas, ecológicas, económicas y políticas externas no se desarrollan en un medio ambiente fijo, sino en un medio ambiente constantemente cambiante. Cualquier sociedad real es un proceso en el tiempo” (Leach, 1976: 27)[1] . Desafiemos entonces el tiempo y el espacio, y así también nos estaremos desafiando con nosotros mismos, con lo que somos y lo que han hecho de nosotros. Sin temor a la redundancia venidera, ser parte de esta experiencia de movilidad estudiantil en el continente europeo, en contacto con nuevos mundos y con uno mismo, me ha servido para seguir desafiando los límites de lo que somos pero también de lo que se pretende que seamos. Soy solo uno entre tantos, apuesto a que seamos más y más.

Agradecimientos:

Aprovecho el espacio de la nota para brindar mis agradecimientos a mi padre y mi madre, a la UNESO, ese resorte de vida y compromiso, a las profesoras Alicia Villafañe y Ludmila Adad, al director del Departamento de Antropología Social Juan Pablo Matta, a Mariano Pérez de Relaciones Internacionales de UNICEN, a Karolina Adamiak, mi coordinadora de movilidad en Polonia, a toda la International Students Office de la Universidad de Lodz, a Dorota Borkowska, a la Universidad de Lodz y quienes fueron mis docentes, a toda la FACSO - UNICEN, incluidos cada uno/a de los/as compañeros/as estudiantes, de quienes solo he sido su representante, a quienes conocí durante mi estadía, a la hospitalidad polaca, a la familia latina cuando lea y a todos aquellos y aquellas que me acompañaron hasta acá y han sido y son parte de mi formación profesional y humana. Pero especialmente, a la Universidad Pública.


[1] Leach, Edmund R. (1976). Sistemas políticos de la Alta Birmania. Anagrama.

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