Humberto Ak’abal, gran poeta maya-quiché
El autor, que escribía en el idioma de la mayor comunidad indígena de Guatemala, falleció el 28 de enero a los 66 años.
Humberto Ak'abal (1952-2019) ha sido pastor, tejedor, vendedor ambulante de mantas y ponchos.
Después de la temprana muerte de su padre, emigró a la capital para ayudar con el escaso salario de peón a su madre y a sus hermanas menores en Momostenango, una aldea en el Altiplano de Guatemala. Desde muy joven leía todo lo que podía encontrar: hojas sueltas de periódicos, trozos de libros tirados en el basurero, novelas de Zola y Tolstói encerradas por su abuelo en una caja por temor a que las letras impresas pudieran hechizar a quien intentara descifrarlas. El pasado 28 de enero Ak'abal falleció, a los 66 años, en un hospital de la ciudad de Guatemala.
Humberto Ak’abal, gran poeta maya-quiché El sacerdote de la palabra.
En la capital comenzó a escribir poemas, en maya-quiché, el idioma de la mayor comunidad indígena de Guatemala, que aún hoy es despreciada por la clase dominante. Ya en su primer libro, El animalero (1990), se encuentra todo lo que ha caracterizado a su poesía: el lenguaje sencillo y preciso; la mirada exacta a los hombres, objetos, faenas; el amor por la naturaleza; el interés por los fenómenos sobrenaturales; el sentido de humor; la compasión por los pobres y explotados; el fino oído para los sonidos, las voces y los cantos de los pájaros, que reproducía en versos onomatopéyicos. Durante mucho tiempo fue despreciado por los escritores de su país. Se burlaron de él por ser indígena, por ser pobre, por arrastrar una pierna –como secuela de la poliomielitis que había sufrido de niño–, por el atuendo maya que vestía. Y les molestó que fuera reconocido como poeta, incluso en países tan lejanos como Japón, Austria e Israel, a pesar de expresarse en una lengua considerada inadecuada para la creación literaria.
En contraste con la discriminación que sufría por parte de la élite intelectual de Guatemala, se ganaba el respeto de la población indígena.
Fue invitado a leer sus poemas en el lago de Atitlán, desde un bote durante cinco horas frente a centenares de personas agrupadas en la orilla. En otra ocasión lo llevaron, en Chiapas, el día de Todos los Santos a un cementerio, y la gente levantó las tapas de las tumbas para que también los difuntos pudieran escucharle.
Que los ancianos de Momostenango decidieran cambiar el nombre del monte Panclom por el suyo irritó de nuevo a sus enemigos que consideraban tal distinción como una blasfemia. Aunque evitaba cargarlos con reivindicaciones sociales, sus poemas aparecieron a menudo en los muros de la capital, pintados por manos anónimas.
Lo llevaron, en Chiapas, el día de Todos los Santos a un cementerio, y la gente levantó las tapas de las tumbas para que también los difuntos pudieran escucharle
De todos los amigos escritores, Humberto fue el que me daba la mayor felicidad, por su poesía, que me encantaba traducir, por su ternura, por sentirle cerca incluso cuando nos separaban miles de kilómetros. También por compartir su mundo conmigo: cuando me llevó a Momostenango, a principios de los años noventa, conocí a la gente y las cosas que pueblan sus poemas y cuentos: al abuelo, un sacerdote maya; a la madre que sabía interpretar el murmullo de las hojas y el crepitar de la leña quemándose; a las muchachas lavando ropa en el río; al enano que tocaba el gran tambor en la orquesta del pueblo; a las gallinas, perros, tortugas, piedras, barrancos y caminos; incluso a alguno de los espantos malvados o traviesos que solían asustar a los vecinos.
Estuve allí, en Momostenago, cuando se enamoró de una joven suiza, Nicole Bieri, quien adoptó el nombre maya Mayulí. La volví a ver muchos años después, en un recital de Humberto en St. Gallen, y entonces conocí también a su hijo Yannik, Nakil en quiché, un chico fascinado por la historia contemporánea y heredero del buen humor de su padre.
El período transcurrido entre un encuentro y el otro fue tormentoso y amargo: al rechazar, a comienzos de 2004, el Premio Nacional Miguel Ángel Asturias debido a unas declaraciones racistas de Asturias en su tesis sobre "El problema social del indio", recibió amenazas de muerte, por lo que tuvo que exiliarse con su familia en Suiza.
Años después de su regreso, volvieron a amenazarle, esta vez con secuestrar a su hijo en caso de que se negara a pagar un rescate. Por la impunidad reinante en Guatemala, no le quedó otra opción que sacar a Nakil y Mayulí del país. Desde entonces, la familia solo se veía ocasionalmente, cada vez que Humberto era invitado a dar recitales o talleres en Europa. Para él, Momostenago seguía siendo el centro de su vida.
Estuve completamente de acuerdo con la propuesta del escritor austriaco Karl-Markus Gauss, hace ya muchos años, de otorgar el Premio Nobel de Literatura a Humberto Ak'abal. Por una vez hubiera sido una decisión justa y valiente. Además, con tal distinción se hubiera reconocido a todas las literaturas indígenas ninguneadas por los poderosos.
Una de las aficiones de Humberto era coleccionar libros diminutos, del tamaño de una uña, que guardaba en un estante de la biblioteca de su casa. Me describió el deleite de su madre analfabeta cada vez que miraba esas pequeñas maravillas.
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Paraguay. Violencia y diálogo nulo con las comunidades ancestrales
En Paraguay, un grupo de nativos organiza una movilización tras el asesinato de un dirigente
Integrantes de diversos pueblos indígenas organizan movilizaciones en la capital y varios departamentos, tras el asesinato del joven nativo Francisco López, quien murió de un balazo en la Plaza de Armas de Asunción.
Marciano Chevugui, miembro de la etnia Aché y dirigente indígena, anunció que un grupo de nativos llegará hasta la capital para movilizarse y otros grupos realizarán cierres de rutas en el interior del país.
“Estamos haciendo encuentros en diferentes departamentos. Los pueblos indígenas no tenemos protección, seguridad y garantía. Frente al Congreso hubo una muerte y es una pérdida grande para los pueblos indígenas”, dijo Chevugui a la 1020AM.
El dirigente señaló que cada comunidad buscará la manera de financiar su participación en las movilizaciones. Indicó que se reunirá con otros dirigentes para definir los mecanismos y la fecha de la manifestación.
Marciano Chevugui criticó a la presidenta del Instituto Paraguayo del Indígena (Indi), Ana María Allen, por no atender los reclamos de los pueblos indígenas, principalmente en cuanto a la recuperación de las tierras nativas.
Un indígena apostado en la Plaza de Armas de Asunción, identificado como Francisco López, fue asesinado de un balazo este domingo en inmediaciones del Congreso Nacional. El presunto responsable sería un residente del barrio Chacarita, de la capital.
Por el caso fueron detenidas tres personas identificadas como Juan Bonifacio Vázquez, Richard Colmán y Luis Alberto Azari. Todos se encuentran imputados y ya prestaron declaración ante el Ministerio Público.
López formaba parte de un grupo de nativos que en reclamo de tierras acampa, en precarias condiciones, en la Plaza de Armas. López era considerado uno de los dirigentes de su comunidad.
Takuara’i, la comunidad que resiste en la Plaza de Armas
¿Dónde está Isidoro Barrios? Indígena ava guaraní, estudiante de antropología, 28 años.
Esa pregunta resonaba en septiembre pasado. ¿Qué se supo después? Por noviembre, en el programa El Destape, con Roger Bernable, Vivi Valdez, Diego Pusineri,dio a conocer una entrevista radial a Derlis López. Él es dirigente de la comunidad Takuara’i. En la entrevista explicaba la violencia con la que fueron expulsados de sus tierras, con armas, por peones al mando de brasileros. Luego entrevistaron al comisario de la zona, quien no sabía cómo justificar la inacción ante un hecho de tales características: una intervención paraestatal y extranjera que expulsaba a balazos a indígenas de sus legítimas tierras. El Destape fue sacado del aire alrededor de un mes después, extraña coincidencia.
Violencia contra la comunidad “Las Huaytekas”, Río Negro
En Rio Negro la Comunidad Mapuche “Las Huaytekas” denunció un nuevo atentado. El pasado fin de semana, incendiaron el salón comunitario que la comunidad utiliza para la elaboración y venta de productos regionales a la vera de la ruta 40 en la zona cercana a El Bolsón.
En un comunicado, las vecinas y los vecinos denuncian que esta modalidad criminal tiene como fin “amedrentar a sus miembros pero lejos de cumplir sus propósitos, fortalece la resistencia y unidad de sus integrantes”.
Radio Encuentro dialogó con Mirta Ñancunao, werken/vocera de la comunidad, quien relató que al llegar, el fuego había consumido el salón y podían observarse restos de combustible con el que también habían rociado otras construcciones aledañas que no fueron alcanzadas por el fuego: “No quedo absolutamente nada, nos quedamos sin la producción, sin los insumos y sin los elementos con los que trabajamos”.
Este no es el primer atentado que la comunidad sufre. En oportunidades anteriores también los atacaron a través de incendios, pero esos hechos nunca fueron esclarecidos.
“No es la primera vez que vivimos un atentado similar, el año pasado nos quemaron una vivienda de una familia de la comunidad, y el año anterior nos quemaron parte de un campo”, contó Ñancunao.
La comunidad mapuche interpreta lo sucedido en el marco del conflicto territorial: “El problema más grave territorial es con un consorcio que se instaló en el 2010 que hicieron alrededor de 60 parcelas en parte del territorio Huaytekas donde querían sacar el agua. Peleamos mucho tiempo por ese territorio, y fue ahí donde el año pasado nos quemaron la vivienda”, afirmó Ñancunao.
Comunicado
ATENTADO EN LA CASCADA TRAYEN KO NEWEN
DENUNCIA PÚBLICA
La Comunidad Mapuche Las huaytekas denuncia públicamente que en horas de la madrugada del 20 de enero fue incendiado el SUM de la Cascada Trayen Ko Newen , conocida como cascada la virgen en el paraje Los Repollos.
El predio vecinal, administrado por el Municipio de El Bolsón en convenio con La Comunidad Mapuche Las Huaytekas, sufrió daños totales producto del atentado incendiario. No se lamentan víctimas porque en el momento del ataque no se encontraban moradores.
El puesto de informes no fue afectado por el fuego pero hay evidencias que fue rociado con algún combustible lo que demuestra que se trató de una acción intencional.
No es la primera vez que esta comunidad sufre este tipo de hostigamiento. De hecho , el año pasado, en esta misma época fue incendiada una vivienda particular de una familia de la lof.
Esta modalidad criminal tiene como fin amedrentar a sus miembros pero, lejos de cumplir sus propósitos, fortalece la resistencia y unidad de sus integrantes.
La pertenencia al TERRITORIO no va ser borrada por el fuego, la Lucha Mapuche no se asusta ni se resigna.
MARICHI WEU, MARICHI WEU!
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Argentina: primer hospital con medicina mapuche en la provincia de Neuquén
En el departamento de Aluminé, provincia de Neuquén, comenzará a funcionar el primer Hospital Intercultural Ranguiñ Kien, que conjuga la medicina pública tradicional con la medicina mapuche.
Médicos tradicionales y médicos mapuches trabajan juntos en este centro de salud que será el segundo de Latinoamérica y el primero en el país. Se trata de un trabajo en conjunto entre el equipo técnico del área de salud provincial y el equipo de salud rural del Hospital Aluminé, junto a las comunidades mapuche Aigo y Huenguihuel, que se harán cargo de la mano de obra.
La apertura del hospital tuvo como marco legal el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo respecto del derecho que establece para los pueblos originarios de ser consultados para ajustar los parámetros de atención médica a sus tradiciones y cultura.
“Es el producto de 15 años de experiencia junto con estas comunidades mapuches. En ese camino nos acercamos a una relación entre la biomedicina y la medicina mapuche. Cada una con su valor y sus técnicas. La idea es que se aprovechen ambas”, declaró a medios locales Fabián Gancedo, médico del hospital de Aluminé encargado de la atención rural.
El primer paso fue el diseño del edificio, ubicado en Ruca Choroi, en tierras de la comunidad Huenguihuel, con una superficie de 522 metros cuadrados. “Habrá un lugar para hacer fogones, para los curadores mapuches, los componedores de huesos, para los yerbateros, y un espacio ceremonial para el machi, la máxima figura de la ceremonia curativa mapuche”, comentó Fabián.
Un detalle que ejemplifica una diferencia que tendrá este hospital con otro convencional es la orientación de las camas hacia el oeste: “El oeste, detrás de la cordillera, es el lugar al que el se dirige el espíritu (equivalente del espíritu nuestro en la cultura mapuche) luego de su paso por el mundo”, explicó el médico. Y agregó: “era algo que molestaba a los pacientes de las comunidades; era como si se los predispusiera para el final, la muerte”.
Un hospital de estas características también viene a ofrecer soluciones a la medicina tradicional, y afirma que “no tenemos alcance sobre muchos de los problemas de salud que afectan al pueblo mapuche porque, como todo proceso de enfermedad, está íntimamente relacionado con la cultura. La gente se enferma de lo que cree”.
Lorenzo Loncón es ‘werken’ (mensajero) de la Confederación Mapuche Neuquina y lawentuchefe (persona especializada en plantas y su uso para la salud). Este hombre indicó que “en Argentina no podemos hablar de machis (curandero shamán) porque después de la conquista del desierto se mataron muchos jefes y a estos guías espirituales. No sólo había machis sino también ampifes, gente que tenía visiones, a quienes prácticamente extinguieron. “La medicina mapuche sigue siendo oral, la forma más rápida de aprender es escuchando, oliendo las plantas y teniendo memoria de para qué sirven.”
En declaraciones a medios locales Lorenzo también aclaró que “la concepción de la medicina occidental es separar todo, al hombre de la naturaleza, a la cultura de la naturaleza. Y para nosotros es una unidad. La medicina milenaria ha demostrado que si es natural es mucho mejor que una combinación química o sintética. Y además, si todas las culturas somos diferentes, también la medicina tiene que ser apropiada a cada cultura y tiene que haber disponibilidad. La naturaleza nos brinda eso: que sea algo que está cerca de la gente y que si vos la cuidás, la naturaleza te cuida a vos”.
“La otra diferencia es que para nosotros la medicina es para compartirla, no es para tener un sistema de patentes y encarecer un producto. Nosotros si tenemos un saber y podemos ayudar a un vecino, aunque no sea mapuche, lo hacemos. Tenemos plantas para la fiebre que son infalibles, las tomás a la noche y al otro día ya podés ir a trabajar, a la universidad. Si vos tomás un fármaco, yo no conozco uno tan efectivo y rápido”.
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La lucha de las mujeres indígenas de Ecuador en un mural de 50 metros
Seis mujeres de nacionalidades amazónicas y tres andinas aparecen retratadas con sus atributos característicos en un mural de 50 metros en un edificio de Quito, para recordar a los viandantes que son custodias de la naturaleza.
Estas vigías se ubican en la base de la obra monumental, con sus vestimentas ancestrales y algunas con sus rostros pintados por ellas mismas, junto a dos elementos fundamentales para su sustento y tradición: la yuca y el maíz.
Sobre ellas, se alza vegetación selvática y una niña desde cuyas manos emana agua, también una Luna llena cenital, un pájaro de nombre ‘Iluku’ relacionado con mitos mágicos en la cuenca amazónica, un volcán nevado andino y un campo rural incrustado en una hoja desde la que cae una gota a otra que alberga una ciudad.
“Lo que simboliza es la lucha de las mujeres en resistencia en defensa de la vida de la Madre Tierra, de la semilla, de la ‘Aipa Mama’ (voz kicwha para tierra)”, explicó Carmen Lozano, una de las retratadas, natural de Loja (sur de Ecuador) y representante de los pueblos kichwas saraguros.
Esta dirigente indígena figura abrazada en el enorme grafiti a una planta de la que emana una gran mazorca, que explica, “es fuente de vida, de lucha y reivindicación de los pueblos”.
“Es un elemento muy sagrado, porque es símbolo de resistencia y de alimentación de nuestros abuelos, como herencia que nos han dejado”, afirma sobre el maíz, que representa también la fertilidad y la procreación con sus múltiples granos.
Lozano defiende su cultivo tradicional frente a la amenaza de los granos transgénicos y enarbola la lucha por el agua, el aire y la tierra, frente a las empresas trasnacionales mineras, petroleras o hidroeléctricas.
Sus compañeras amazónicas, por ejemplo, luchan por una selva libre de explotación industrial, para que siga siendo considerada el pulmón del mundo.
‘Dar voz a las invisibilizadas’
La obra de arte urbano se emplaza en una de las paredes del edificio de oficinas El Girón, ubicado en las proximidades del Centro Histórico de la capital, aledaño a varias universidades y una calle generalmente transitada por estudiantes y vehículos.
Se trata de “un recordatorio permanente de que somos defensoras de la ‘Pachamama’ (Madre Tierra) y de unidad con todos los sectores”, manifiesta por su parte Blanca Chancoso, otra dirigente que figura en el mural, oriunda de Otavalo, provincia andina de Imbabura.
Con un collar dorado conocido como ‘walca’ y una tradicional blusa bordada, esta ‘guardiana’ sostiene que el compromiso con la defensa de la naturaleza debe ser “conjunto de la sociedad” y, aunque no se considera una feminista, reconoce que la obra pretende “dar voz a las mujeres invisibilizadas”.
Su compañera Josefina Lema, también líder en Otavalo, arguye que “las mujeres somos responsables de nuestros alimentos, medicinas, sabiduría y sitios sagrados” y su papel “es seguir resistiendo”.
Y fue ese sentimiento de lograr una voz y visibilidad el que las llevó a participar en la obra. La iniciativa surgió precisamente al quedar excluidas varias de estas protectoras de la tierra, el agua, las semillas y su cultura, de un encuentro sobre desarrollo sostenible urbano en Quito. “Pensamos que realizar un mural podría ser una buena opción y hacerlas formar parte de la conversación”, explicó desde Nueva Jersey (EE.UU.) uno de los artistas que retrató sus rostros, el ecuatoriano Raúl Ayala. “Yo entré como parte del proyecto como aliado mestizo y fuimos bien sensibles con las representaciones”, contó Ayala, quien plasmó, por ejemplo, el mito de Nunkui, la niña convertida en metáfora del conocimientos del mundo femenino como la agricultura y la cerámica.
Bien común que debe preservarse
El pintor conoció en 2014 a Mona Caron, alma mater de la pintura, al calor de las acciones impulsadas por el movimiento global por la justicia climática en Nueva York, que los hizo coincidir en las marchas de París durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP21).
En su concepto de lucha planetaria, ambos artistas junto a varias organizaciones ecológicas locales lograron reunir fondos para iniciar el proyecto en 2016 con los retratos de las mujeres indígenas, y que concluyó el año pasado con el resto del mural. Para ello, Caron realizó varias visitas de campo a la Amazonía y la región andina ecuatorianas para empaparse de la cosmovisión de las dirigentes y sus principales reivindicaciones.
Desde San Francisco, la autora explicó que la obra celebra “ese bien común vital que debe preservarse como la biodiversidad, el agua, la tierra, la cultura y el conocimiento ancestral”.
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