Obituarios

Newsletter Nº 12


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CARO, IN MEMORIAM

 

Hugo Ratier hugo.ratier@gmail.com

 

Facultad de Ciencias Sociales -UNCPBA-UBA

 

 

 

Lic. en antropología social Ana Carolina Diez Brodd   1973-2008

Para nosotros Carolina, o Caro. Cuando nos encontramos a comienzos de su carrera, Caro ya se planteaba cuál podría ser un tema de investigación adecuado. Como buena parte de nuestros alumnos venía de una infancia campesina en su Tres Arroyos natal y se maravillaba al descubrir que ese suelo familiar en el que habitara, era interesante como objeto de investigación. Pero también al darse cuenta que, a pesar de haber vivido allí, era mucho lo que ignoraba de ese entorno agropecuario. Por eso llegó a la antropología rural y se incorporó a nuestros equipos.

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Primero pensó en estudiar a los contratistas agrícolas, algo facilitado por ser esa la profesión de su padre. Le fascinaba poder dar cuenta de esas caravanas periódicas encabezadas por una camioneta, que incluía la casilla rodante para dormir, los tractores y las máquinas gigantescas. Allí lo que no podía faltar era el cocinero para compensar a los hombres, tras un día de pesada labor, con comida rica y nutritiva. Su condición femenina le impidió a Caro participar en esas comparsas. Hubo de derivarse a otros temas.

Esa es la imagen de la Carolina que guardo, la de la trabajadora de campo. Además, sabía de campo. Reconocía las especies cultivadas, las etapas de trabajo de la tierra, la marca de las maquinarias. Eso y su natural simpatía le granjearon en poco tiempo la aceptación de la gente que la reclamaba cuando no podía acompañarnos.

Caro se jactaba de su habilidad para crear un ambiente amable en nuestros precarios campamentos. Hacer de ese conjunto de bolsas de dormir, mochilas, vajilla prestada, un verdadero hogar para los días de campo. Cocinera magnífica también, competía y compartía actividades con las señoras que visitábamos.

Me pregunto todavía si lo suyo era la academia, o el sesgo aplicado de lo que llamamos gestión. En los últimos tiempos le interesaba mucho trabajar sobre los problemas de la gente, ayudar, hacer de la antropología una herramienta para modificar la realidad en beneficio de esos que llamábamos “informantes”. Junto con un grupo de colegas y amigos mezcló su tarea con la de los sociólogos, cada cual complementando al otro en su especialidad.

Me pidieron que me refiriera a la obra de Carolina Diez Brodd y a sus aportes para la antropología rural. Simplemente no puedo hacerlo. No conozco el resto de su obra escrita, tuve que ver con su tesis de licenciatura en torno a la cual discutimos mucho, y que nunca me mostró en su redacción final. No leí tampoco sus artículos mas recientes. Muy nueva Caro, como para que se pueda hablar de un real aporte a la teoría antropológico-rural.

Solo puedo hablar de la penetración de aquella Carolina trabajadora de campo en su relación con su objeto de estudio. Su manera hábil de “ganarse” a la gente, su habilidad basada en códigos compartidos, esa experiencia vital que hacía que todos la distinguieran. Su ausencia se notaba, y cuando no venía con nosotros, nuestros amigos del campo la reclamaban.

Me cupo presentar a Carolina y a Laura Díaz Galán, las “mellizas”. No parecidas pero evidentemente con algo en común. Muchachas altas, algo robustas, congeniaron en cuanto se vieron y constituyeron juntas una dupla profesional que actuó con gusto en la gestión social.

Fueron las amigas inseparables en la enfermedad y la larga agonía. Cortada la comunicación verbal fluida, solo Laura podía descifrar sus mensajes, y responderlos. Laura estuvo todo el tiempo a su lado, consecuente, responsable, siempre manifestando fe.

Y Carolina se fue injustamente, tras una enfermedad interminable. Sometida a continuas operaciones, sin comunicarse con claridad con nadie, luchando ella y sus amigos con la desesperanza, aguantó más de lo que pudo. Sus lágrimas silenciosas fueron su última forma de expresión.

Toda una pérdida en términos de futuro, una vitalidad desbordante reducida a nada, la enfermedad se llevó demasiadas cosas. Y nos dejó solos, incomprendiendo esa etapa tan cruel. Todo un drama para antropólogos y aprendices de tales. Para sus amigos.

Nada más para ella, sobre ella. Solo la enorme pena por la pérdida, por la injusticia, por el vacío que deja tras de sí. Su aporte a nuestra ciencia estuvo en su manera de vivirla, de pensar a la gente, de saber convivir. Por algo se jactaba de ser, junto a mí, la primera en entrar al terreno y la última en abandonarlo.

Nunca el trabajo de campo volverá a ser el mismo sin ella. Ni el mundo tampoco.

Hugo Ratier

Buenos Aires-Olavarría, agosto de 2008.

Ana Carolina Diez Brodd integraba el Comité Editorial del Newsletter desde el año 2007.