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Minich María Lorena, Alumna avanzada de la Escuela Superior de Ciencias de la Salud. UNICEN E-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Recibido 25/04/2014

Aceptado 18/07/2014

Resumen: La exigencia actual de evadir todo sufrimiento y permanecer en la juventud, implican evitar el pensamiento de la muerte como un proceso que implica dolor, ya sea físico o emocional, involucrando al médico en este dilema, ya que el mismo se ve inmerso en la misma exigencia. El devenir de la posmodernidad con sus principios puso en primer plano esta cuestión cotidiana de la medicina, quedando ella misma atrapada y reproduciendo esas lógicas.

Palabras Clave: Medicalización; cuerpo; muerte, tecnología; sufrimiento; modelo médico hegemónico; subjetividad; modernidad; medicina.

Abstract: The present requirement of avoiding all suffering and staying in youth involve avoiding the thought of death as a process that involves pain, whether physical or emotional, involving the physician in this dilemma, since it is immersed in the same requirement. The evolution of postmodernism with its principles brought to the forefront the issue of everyday medicine herself and getting caught playing these logics.

Keywords: Medicalization; body; death, technology; suffering; hegemonic medical model; subjectivity; modernity; medicine.

Cuerpo… Medicalización… Muerte (y un poco de historia)

El cuerpo es la encrucijada donde se encuentran procesos genéticos, biológicos, psicológicos y sociales, dando lugar a un cuerpo individual, y a un cuerpo colectivo, que es resultado de los procesos de formación de orden social (Anton y Damiano 2010) Es también una instancia simbólica, un sistema a través del cual se significa el orden social.

Tiene una posición central en la vida humana, y su imagen está sometida a las múltiples pautas culturales de cada comunidad o grupo. Estas mismas variables conducen a experimentar el mundo y organizar la experiencia de la vida de maneras muy distintas.

A su vez, la concepción del cuerpo se ha ido modificando en el tiempo, según las pautas culturales reinantes. En el Renacimiento, por ejemplo, el cuerpo era concebido desde un punto de vista cristiano, separando al cuerpo físico del alma, el cuerpo era la cárcel del alma, y el destino del cuerpo era morir para liberar el alma contenida.

Desde el siglo XVIII, la existencia, la conducta, el comportamiento y el cuerpo del ser humano, se desarrolló, inmerso en una red de medicalización cada vez más compleja.

La investigación médica, cada vez más profunda y amplia, comenzó a abarcar múltiples facetas de la vida cotidiana, como las condiciones de las viviendas, la planificación civil de las ciudades, los desagües cloacales, las vías de circulación, etc.

El capitalismo, surgido a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, fue la corriente que socializó el cuerpo, como una fuerza productiva, laboral, priorizando la parte biológica, física de este cuerpo, que era la herramienta para el progreso, el cuerpo trabajando era lo que permitiría el cumplimiento de los sueños y anhelos de cada uno.

Pero la medicina no reconoció el cuerpo de esta manera, sino hasta la segunda mitad del siglo XIX. (Foucault,1990). Durante este siglo, el cuerpo, constituye el territorio estable del sujeto, donde se desarrolla una subjetividad y racionalidad. Esta subjetividad está condicionada y es condicionante del desarrollo de las comunidades.

La manera como la comunidad, percibe al mundo, los individuos asimismo, a los demás, la percepción de lo que les rodea y lo que les sucede.

Todo este conjunto de percepciones, por así decirlo, está relacionado, formando una especie de telaraña en la que cada hilo es parte y sirve de fijación para otros sobre los cuales está fijado.

Para explicar un poco más el concepto de subjetividad, podemos decir que el hombre no es hombre solo por serlo, sino por la manera de pensar y concebir la realidad social.

Las formas de entender la realidad, determinan las prácticas, que a su vez se imparten a los hombres, desde recién nacidos y condicionan y determinan sus actividades, instituyendo lo que se debe hacer y limitando su accionar, dándole un sentido, dependiendo de cada situación o momento histórico.

Estas prácticas están determinadas por la subjetividad social de ese momento, y son las que producen las lógicas sociales y al mismo tiempo fundan la constitución individual. Es decir que las prácticas (la subjetividad) producen efectos en las dimensiones sociales e individuales.

Las prácticas son producto de la subjetividad pero no por eso le dan sentido sino que la subjetividad usa a las prácticas para producir marcas en la lógica social y sobre el individuo.

Foucault habla del “privilegio de las prácticas por sobre su representación”, premisa sobre la cual se organiza el discurso médico en el que intervienen dos tipos subjetivos, el profesional de la salud y el paciente y su relación.

Desde este sentido las prácticas toman las palabras y las cosas y las organizan, entonces el discurso no es lo que se dice sino lo que se hace (Lewkowicz, 1999).

Decimos que la subjetividad es un conjunto de prácticas, que se hace colectiva y pertenece a quienes comparten una visión de la realidad, pero también tiene un componente individual, el de la realidad que cada uno habita.

Después que la concepción cristiana del cuerpo entró en crisis como consecuencia del avance de la medicina científica, durante el siglo XX se produjo una reorganización de la vida y el desarrollo social. El cuerpo se transformó en un objeto público, producto de las relaciones sociales y las pautas establecidas como lo normal y lo prohibido, lo lindo, lo feo, etc.

Las pautas son determinadas por la cultura y los procesos sociales, que a su vez se dan en el territorio del cuerpo (Anton y Damiano, 2010).

La visión y el tratamiento de la enfermedad, también se ven afectadas, por las distintas prácticas (subjetividades).

La enfermedad debe ser percibida y aceptada tanto por el paciente como por los demás que le rodean, el grupo social, se hace una construcción simbólica que representa y explica la enfermedad. En este punto, se espera que el enfermo adopte conductas que son reconocidas culturalmente, como propias del estado de enfermedad, a su vez que el grupo social, modifica sus acciones con respecto al otro que reconoce enfermo.

La enfermedad supone una nueva construcción del cuerpo, cuyas dimensiones han sido modificadas por la enfermedad misma, por la percepción del sujeto, de cómo se verá afectado a partir de ella, y por la percepción sujeto sobre su enfermedad.

En definitiva el cuerpo ya no se percibe como era antes. En este punto, también se pone en juego que se hizo en la vida antes de la enfermedad, parece que algunos pacientes, perciben menos dolorosa la inminente muerte si ellos consideran que tuvieron una vida “heroica” de alguna manera.

En la actualidad, gracias al gran progreso de la medicina científica se vende la posibilidad de un cuerpo, considerado culturalmente perfecto, alimentando expectativas de salud perfecta y una larga vida.

Estos procesos son alentados por los medios de comunicación, la política y diferentes ramas de la industria como la farmacéutica (Heath, 2008) Dentro de estos valores, que podríamos tildar de utópicos, el objetivo de la medicina parece ser el de la prolongación de la vida a cualquier costo, incluso a cuenta de una calidad de vida digna.

La influencia de los valores sociales, políticos y económicos, es notoria sobre la concepción del cuerpo, la salud y la enfermedad, los servicios médicos, la formación de los profesionales de la salud y la regulación de sus prácticas.

En otros tiempos, ni mejores ni peores, solo diferentes, el médico era quien acompañaba a su paciente y la familia, a través del proceso de la muerte. Era el familiar de la muerte.

Cada familia y cada comunidad, decidía por sí misma como enfrentar la enfermedad y la muerte. Esto se ve modificado claramente por el proceso de medicalización de la vida del individuo ya sea por parte del estado, la urbanización, de la política o de la economía, el sujeto se vio intervenido por las prácticas médicas.

Como otra prueba de esto, cabe mencionar también que el hospital, como instrumento terapéutico, es un concepto que data de fines del siglo XVIII, alrededor de 1760, y es gracias a la implementación de la disciplina militar.

Estaba atendido por personas caritativas, que estaba en el hospital para hacer obras de misericordia, que le garantizaran su salvación, y era manejado por personal religioso, que se encargaba de la salvación del alma del enfermo.

En este tiempo, la intervención del médico, giraba en torno de la crisis. El médico debía observar a los pacientes, pronosticar su evolución, y favorecer el triunfo de su aliada, la naturaleza, por sobre la enfermedad. El saber médico consistía en el conocimiento de los textos y la trasmisión de recetas. Esto cambió, debido a que se introdujo la disciplina al medio hospitalario. La disciplina es un conjunto de técnicas a partir de las cuales los sistemas de poder, tienen por objetivo y resultado, individuos singularizados. Su instrumento fundamental es el examen, la vigilancia permanente, no solo de los resultados si no de las acciones que llevaron a esos resultados, para optimizarlas y aprovecharlas al máximo.

Pero no solo fue este cambio en la organización de los hospitales, la que permitió su medicalización, sino que también hubo un cambio en el quehacer médico.

En el sistema del siglo XVIII, el modelo de las enfermedades era comprendido desde el punto de vista de clasificación botánica de Linneo. Por lo tanto las enfermedades eran concebidas como un fenómeno natural, una acción del medio sobre el individuo.

El agua, el aire, la dieta, son la base a partir de la cual se desarrolla el individuo y cuando estas no son adecuadas, tienen lugar las enfermedades.

Por lo tanto, la medicina, ya no se orientaba a atender las crisis de la enfermedad, sino hacia el medio que rodea a los individuos, y que las produce.

Estos dos procesos, el de aplicación de la disciplina y el desplazamiento del accionar médico, fueron los que dieron lugar al hospital médico.

El hospital médico, tendría como función llevar a cabo la observación y vigilancia de los fenómenos patológicos, e individualizar a cada paciente, de modo tal que fuera posible, manipular el medio en el que se encontraba, para mejorar su estado de salud o al menos no empeorarlo.

También hubo dentro de los hospitales, un pasaje de poder, que hasta mitad del siglo XVIII, estuvo a cargo del personal religioso, ahora es el médico quien asume la responsabilidad de su organización interna y hasta de asesorar en su construcción y ubicación. Se normalizaron las prácticas médicas, el número de visitas y el tiempo de cada una. También podría decirse que se estableció el primer servicio de guardia, un médico que durmiera en el hospital, para garantizar que en cualquier momento se pudiera recurrir a él.

La formación médica, también cambió, pues el saber ahora ya no se encontraba en los libros y recetas, sino en la experiencia y en los registros hospitalarios, que se actualizaban constantemente, y describían los fenómenos patológicos que ocurrían.

El individuo entonces, paso a ser objeto del saber y de la práctica médica. Pero como también era posible la observación de una gran cantidad de personas, permitía comprobar los fenómenos epidemiológicos que afectaban a la población.

Finalmente, se estableció la obligación de los médicos de confrontar sus saberes y registros, con el fin de determinar si existían semejanzas entre los fenómenos patológicos de las poblaciones, y comparar tratamientos más eficaces. (Foucault, 1990).

Ahora más que nunca, la vida del hombre, estaba intervenida por la práctica médica, desde el parto mismo. Aunque esto no quiere decir, que no coexistan otros modelos de medicina a los que las personas recurrían. A diferencia del siglo XVIII y XIX, en los últimos años, han aparecido enfermedades crónicas, y comenzó a circular un término muy particular: factores de riesgo. Un factor de riesgo es un hábito del paciente que pone en riesgo su salud, o más bien la fisiología del cuerpo. La presencia de estos factores de riesgo, conlleva a que los pacientes tengan, desde el punto de vista médico, el deber de realizar ciertos controles, y someterse a determinadas prácticas, para controlar el efecto que han tenido la acción de estos factores sobre el cuerpo.

Toda actividad del medio natural humano o industrial tiene como posible consecuencia que se produzcan efectos adversos espontáneos, o por defectos del proceso productivo. Actualmente las amenazas más reconocidas son las enfermedades crónicas y la tecnología contaminante.

Ante la posibilidad de las enfermedades crónicas, existen dos posturas, una que confía que el avance tecnológico permitirá encontrarles solución o alivio, y la otra es la posición del escepticismo, debido al gran avance de los fármacos antiinflamatorios, y a la utilización de medicinas alternativas.

La aceptación de ciertos riesgos por parte de los individuos, es un acontecimiento cultural. Y esto tiene que ver, con la percepción de riesgo de las sociedades, que muchas veces no concuerda con la cuantificación del riesgo por la comunidad científica. Entonces el ambiente y la humanidad se enfrentan a riesgos de la tecnología por:

  • Manipulación de los alimentos
  • Diferentes residuos
  • Sustancias Carcinógenas
  • Armas biológicas

Se pueden citar varios ejemplos, de cómo la sociedad moderna convive con todo tipo de riesgos para su salud, y que, como todas las cuestiones, estos riegos son ponderados de una manera u otra, por las diferentes culturas, aun contrariándose entre sí, y con la comunidad científica. Como ejemplos, puedo nombrar el uso de fuentes de energía nuclear, que con un gran control de seguridad y alta tecnología aplicada a las centrales nucleares, es capaz de abastecer muchas comunidades, de un modo limpio. Sin embargo, debido a los accidentes que han ocurrido en el pasado, (ejemplo, Chernobil en 1986) y a sus graves consecuencias sobre la población vecina, y el medio ambiente circundante, hizo que las personas de muchas comunidades, rechacen su utilización, considerándola un riesgo inaceptable.

Por otro lado, es bien conocido y han sido muy difundidos, los riesgos de la contaminación atmosférica producto de la utilización de combustibles fósiles, en automóviles y plantas fabriles que producen altas cantidades de residuos, el humo del cigarrillo, que es carcinógeno, sin embargo los medios están plagados de sus publicidades, aunque también afectan la salud. Pero como lo que está en juego es una imagen y/o la comodidad, o cierta calidad de vida que ofrece el consumo de artefactos creados para usar este tipo de energía, son menospreciados sus negativos efectos sobre la salud y es considerado un riesgo aceptable.

Esto nos muestra como muchas veces, la valoración de riesgos de la comunidad científica, no coincide con la de la sociedad general, y esto favorece la permanencia de conductas que resultan contaminantes para el medio ambiente y nocivas para nuestra salud.

Los profesionales de la salud actualmente profesan incansablemente, que siguiendo una serie de recomendaciones para actuar sobre estos factores, se garantiza una vida más larga y saludable.

Se puede decir entonces, que la medicina y sus prácticas tienen ahora el objetivo de prevenir la muerte, como si esto fuera posible, a partir de la adopción de determinadas hábitos de vida recomendados, con el fin de evitar el efecto de los factores de riesgo.

Bajo este rol de los médicos, preventores de la muerte, capaces de prolongar la vida, se llevan a cabo prácticas y tratamientos que resultan costosos y que finalmente parecerían causar más daño que beneficio en algunos pacientes, como ser personas mayores, cuyos cuerpos están desgastados por la edad, o enfermos terminales. En estas circunstancias, muchas veces no es tenido en cuenta el deseo de los pacientes de someterse o no, a los tratamientos.

Desde esta perspectiva, se pone en juego la manera, en que cada grupo social, le da significado a la muerte. En el texto de Ayuda para morir, dice contando la historia de un personaje llamado F:

“En su juventud había pocos médicos en esta región alpina y las personas estaban acostumbradas a manejar la enfermedad (y la muerte) entre ellas.” (Heath, 2008).

Esto nos da cuenta claramente como en otros tiempos y en las poblaciones alejadas con escaso acceso a la atención médica, la muerte era tratada dentro de la comunidad, tomando sus propias decisiones al respecto.

Más adelante, apareció en el pueblo, el progreso, aumentó el acceso a la atención medica, y la gente comenzó a depender de un consultorio médico, esto trajo consigo, un pasaje de autoridad hacia los profesionales de la salud en cuanto al tratamiento de la enfermedad y de la muerte, la población ya no decidía que hacer con sus enfermos, ni con sus muertos.

Enfermar, morir, y atender la enfermedad y la muerte, constituyen hechos sociales, para los cuales las comunidades necesitan construir acciones, significados, simbolizaciones y representaciones colectivas de los mismos. Estas construcciones sociales son las que dan lugar a por ejemplo la institucionalización de la salud, la consulta a los profesionales, el carácter y la formación de estos, entre otros aspectos.

Es decir que cada conjunto social necesita y desarrolla estrategias para lidiar con los padecimientos que colectivamente reconoce como tales, instituyendo una determinada manera de pensar y actuar sobre las enfermedades y sobre los enfermos.

En la sociedad occidental, la medicina científica es la principal forma de institucionalización de la atención de la enfermedad y muchas veces es la forma identificada como la más correcta y eficaz de atender el proceso salud/enfermedad en algunas sociedades (Menéndez, 1994).

Podemos hacer referencia en este punto, a los grupos de profesionales, que prestan servicio ante lo que denominamos, emergencias médicas, socorren a los heridos en accidentes viales, a los enfermos terminales, etc. Las personas llaman consternados a estas entidades, con el fin de que rescaten en forma urgente al enfermo o herido.

La atención medica durante los últimos momentos, resulta en un afán desenfrenado por transportar al enfermo, hacia una unidad de mayor complejidad: “F murió en lugar alguno” (Heath, 2008).

Esto se debe a que, en la actualidad, el objetivo que entiende la medicina es, prolongar la vida a cualquier costo, sin tener en cuenta el deseo del paciente, o con una calidad de sobrevida muy cuestionable.

Aquí considero oportuno, hacer referencia a una frase “El cadáver que respira”, que se ha utilizado para representar, la imagen de enfermos terminales, destinados para el trasplante de órganos, la frase en sí misma, gráfica tan claramente la situación, que no haría falta más aclaraciones. Sin embargo, pretendo orientarla en este caso, a como la sociedad actual, se niega a concebir a la muerte como parte natural de la vida, y como la medicina intenta incansablemente prolongarla, a pesar del sufrimiento o el deseo del paciente y/o la familia.

Considero prudente en este punto, citar una descripción personal, que realicé en mi primera visita a la Sala de Cuidados Intensivos del Hospital Municipal de Olavarría:

“Solo había pacientes añejos, con los ojos cerrados, sus cuerpos desnudos, apenas cubiertos, conectados a todo tipo de instrumental médico, pero desconectados del mundo, de ellos mismos, en un sala con un silencio sepulcral, a pesar de los múltiples sonidos que emiten los instrumentos de medición.

Pacientes totalmente “estabilizados” pero también totalmente fuera de sí mismos, de sus deseos, de sus cuerpos.

Una mujer que estaba acompañando a su esposo, hablaba sola y muy bajo, por un lado no quería perturbarlo, por el otro, sentí cuando me miro, que quería gritar para que él abriera los ojos”

Esto marca la gran diferencia entre, como los pacientes, que antes morían en sus hogares, acompañados por el médico, rodeados de sus pertenencias, y seres queridos, y actualmente, lo hacen en una fría sala de hospital, después que su cuerpo atraviesa por una, más o menos larga, agonía.

Y lo que me pregunto es, si quienes fueron dueños de esos cuerpos, que los habitaron, que los sufrieron y los disfrutaron, ¿están ahí en ese momento?

Aquí considero pertinente, explicar porque hablo de dueños del cuerpo y no de cuerpos en sí.

Pues bien, el ser humano viene a este mundo desprovisto de las herramientas que le permitirían sobrevivir fuera del útero. Es un cuerpo, que depende de otro, que satisfaga sus necesidades y hasta cierta edad, su vida consiste en eso mismo, satisfacer las necesidades que ese cuerpo exige, para mantener la vida a partir de una dependencia de otro que cuida, que alimenta, que abriga, higieniza, que estimula a partir de muestras de cariño, de caricias.

Cabe aclarar que no considero prudente establecer límites definidos de edades entre una etapa y otra, puesto que hay mucha variación entre las distintas bibliografías, y además se han sucedido cambios sociales que hicieron que estas etapas o cambios se vivan a una edad más temprana, gracias a la estimulación y los cambios en los estilos de vida y organización de las familias, cuyas madres, debieron o quisieron salir del hogar a trabajar, y adaptarse a exigencias laborales que, no son posibles de complementar con el tiempo que requiere el cuidado de los niños. Por su parte, los hombres, también están más exigidos laboralmente, ya que las tendencias actuales del consumismo, no dan lugar al fracaso de las transacciones laborales.

A partir de más o menos los 5 o 6 años, el niño pasa de ser un cuerpo a tener un cuerpo, que es capaz de realizar su propia construcción de la realidad, de sí mismo, del medio y de los otros.

Esto se reivindica en la edad de la pubertad, etapa en la cual, existe un cambio biológico, hormonal, que da como resultado un cambio en los modos de relacionarse de ese individuo con el resto de los seres humanos, con el propio cuerpo y con el cuerpo de los otros.

Para retomar el tema de la medicina actual, que plantea la utópica posibilidad de evitar la muerte, o prevenirla, también es necesario analizar las diversas reacciones que se dan entre el personal médico.

Por un lado, lleva al médico a intentar todo lo conocido, con tal de salvarle la vida al paciente, aun siendo muchas veces iatrogénico.

Por otro, aumenta la presión y la sensación de angustia con que estos trabajan. Este podría ser el resultado del desplazamiento del modelo de atención medica paternalista, hacia un modelo de responsabilidad compartida, los pacientes tienen mayor acceso al conocimiento y la información; se interesan por participar más activamente de las prácticas que afectan su vida. Esta autonomía puede considerarse positiva ya que revaloriza la dignidad del paciente e implica una relación entre la sociedad y la medicina. (García Barreno, 1997). O bien puede ser negativa, pues la mala información, junto con una determinación inflexible del paciente ante la posibilidad de hacer un tratamiento o no hacerlo, puede tener consecuencias sobre la salud del mismo. En ese caso lo que se podría estar poniendo en tela de juicio es la credibilidad del médico, ya que depende de la postura que asuma el paciente.

Este cambio de modelo de responsabilidad trae consigo nuevos cuestionamientos éticos.

La palabra ética proviene de una raíz que significa costumbre, y con el tiempo se dio ese nombre a la ciencia que se ocupa de los ideales de la relación humana. En realidad quiere decir que aquello que es costumbre es también lo bueno. Conscientemente entendemos la ética como un deber que justo y aceptado.

Cuando la ética se refiere a una conducta, adquiere la forma de un código, que establece un comportamiento como deseado, con respecto a determinada situación.

Si separamos a la ética universal que afecta a todos los hombres y la dividimos obtenemos por ejemplo la ética médica, que constituye el código de comportamiento del accionar médico. Sin embargo, si caemos en ese error, el código ético termina siendo una serie de premisas que resultan el accionar médico, y cuya función es la de proteger a este gremio de los pacientes.

En términos del que hacer médico, es vital que se comprenda que el hombre no es una cosa, y que la única manera de comprenderlo, a su enfermedad y a su modo de percibirla, es a partir de una relación hombre a hombre con él. Es fundamental que el paciente sea visto como un ser humano completo, dentro de su contexto social, económico, cultural e histórico.

Los medios de comunicación, tampoco ayudan…

Venden la posibilidad de una salud perfecta y una vida longeva sin sufrimiento, sin dolor; y hasta en estos tiempos posmodernos sin penas o angustias existenciales.

Otra forma de decir, los terrestres posmodernos no tenemos permitido sufrir, solo podemos buscar experiencias satisfactorias, aunque la sensación de satisfacción sea tan momentánea y a veces tan corta que ni la alcanzamos a percibir.

Las personas, y esta es una reflexión personal, toleran menos el dolor y son más exigentes a la hora de someterse a los tratamientos, quieren disfrutar pero no esforzarse, quieren ganar, sin cansarse en la carrera.

Otro punto que me gustaría abordar es el del dolor, que se puede definir como una desagradable experiencia, sensorial y emocional, asociada a una lesión, según la Asociación Internacional del Estudio del Dolor.

El significado de esta experiencia es atribuido por aquel que lo padece, dependiendo de su cultura, de su propia percepción del mundo y de sí mismo. Percepciones que son condicionantes una de la otra.

Las experiencias del dolor y el sufrimiento son consideradas universales, pues no hay cultura ni tiempo, en que los seres humanos no hayan tenido que lidiar con ello, de distintas formas y otorgándoles diversos significados. (Barbero Gutierrez, sin fecha).

El dolor, que podemos tomar en este caso, como equivalente de enfermedad, ya que esta puede ser la causa del sufrimiento, ya sea en un aspecto biológico, psíquico o social, también se le ha otorgado diferentes significados, según las culturas y los paradigmas reinantes en las distintas épocas. Como por ejemplo en la década de 1930 y el lugar dar más detalles, el cáncer era asociado a una muerte lenta y dolorosa, en cambio, la tuberculosis, se pensaba que era una muerte “fácil”. Siendo que realmente, había enfermos de tuberculosis que morían con terribles dolores y una larga agonía, y enfermos de cáncer que sentían poco o ningún dolor. (Sontag, 2003).

Estos atributos otorgados a las enfermedades por las sociedades, no son más que una forma de darle sentido a través de metáforas, a la enfermedad que los azotaba.

Las formas en que los grupos sociales utilizan los diferentes recursos de atención para resolver sus problemas de salud, principalmente el dolor, se construyen a partir de las sucesivas prácticas que se llevan a cabo para enfrentar la enfermedad. Estas estrategias tienen como objetivo lograr la curación o el alivio del dolor.

Esto es más notorio en los pacientes que padecen dolor crónico, ya que este es un aspecto fundamental que repercute en la calidad de vida y a partir de ese hecho se ve trastocado todo su mundo.

Esto se debe a dos razones, una la relativa eficacia que tiene el tratamiento en lograr el alivio, y segundo, la poca capacidad para transmitir el sufrimiento, lo que influye en la personalidad y forma de vida del individuo, que muchas veces deja de lado sus tareas cotidianas, para salir en busca del alivio.

En medio de esta búsqueda es muy posible que, el paciente recurra a distintos modelos de atención, que pueden ser:

-       Autoatención: que consiste en el diagnóstico y atención que hace el propio enfermo o sus allegados, sin recurrir a un profesional o especialista. Este modelo coloca a la salud como bien de uso, percibe la enfermedad como mercancía, la participación es simétrica, está legitimado por el grupo social, basada en la experiencia, y toma practicas tanto de la medicina tradicional como de la biomedicina.

-       Modelo médico hegemónico: en este modelo se integran los tres niveles de atención que surgieron en Inglaterra a fines del siglo XVIII, el asistencial, el privado y el administrativo o de gestión. Se caracteriza por el biologismo, el determinismo, es ahistórico e individualista. Percibe a la salud como una mercancía, propone una relación de subordinación entre médico-paciente, los profesionales tiene una formación formal, y usa el criterio de racionalidad científica para excluir el resto de los modelos. Tiende al control social e induce al consumismo médico.

-       Modelo médico alternativo: dentro del cual se integran las prácticas de la medicina tradicional. Tiene un concepto globalizador de los padecimientos, sus prácticas terapéuticas tienen una eficacia simbólica, la relación curador-paciente es asimétrica y tiende a la mercantilización.

Estudios han demostrado que el primer nivel de atención médica, es el de auto atención, luego el modelo hegemónico y por último se recurre a medicinas alternativas (Barragan Solís, 2005)

Ante estas múltiples cuestiones planteadas, como: ¿Quién toma la decisión de someterme a uno u otro tratamiento? ¿Confío en que el médico va a hacer lo que yo espero que haga?

Y por otro lado, ante la imposibilidad del médico de no poder elegir entre actuar y no actuar, y su deber de agotar las últimas posibilidades de salvar la vida, muchas personas han tomado la decisión de dejar instrucciones, acerca de sus deseos de recibir o no ciertos tratamientos, en caso de que, llegado el momento, la gravedad de su estado, no les permita manifestarse (Hetah, 2008)

También cabe mencionar, la aparición de formularios, que se denominan consentimiento informado, que los pacientes y/o los familiares, completan y firman antes de someterse a cualquier tratamiento afirmando por escrito su conformidad con la realización del mismo.

Conclusiones:

Nuestro cuerpo, es nuestro modo de materializar de alguna manera la vida, es el terreno donde se siembran las semillas, y se cosechan los frutos. Desde el nacimiento recibimos del otro, estímulos, a los cuales según la experiencia el individuo les otorga significado propio y colectivo.

Dependemos mucho tiempo de otras personas para sobrevivir y aprender a vivir, dentro del marco que nos impone la comunidad en la que estamos inmersos. Sin embargo esto no nos debe impedir el formar nuestro propio juicio y crear nuestro marco individual.

El cuerpo está azotado por penas y enfermedades, pero también por alegrías. La enfermedad así como la muerte, son tan inherentes a la vida como comer o respirar. Lo que sí es seguro que todos las “viviremos” de una manera u otra. Creo que si algo es positivo, es la libertad, de elegir como vivir y como morir también.

La importancia de la integración de las distintas disciplinas y ejes, es importante pues abre la posibilidad de una comprensión del individuo y su enfermedad, de los modos de enfermar y de cuáles son las estrategias que se utilizan para ir en busca del alivio o cura. El objetivo de comprender al individuo, es el de mejorar las prácticas para que sean más efectivas, para que se comparta la responsabilidad sobre la salud, y el sujeto sea participe de la toma de decisiones con respecto a su propia salud. Si bien no hay que descalificar el enfoque biologista, que permitió grandes avances en el estudio y tratamiento de las distintas patologías. Ni tampoco al sistema tecnológico que también permitió realizar grandes avances en este sentido, pero lo primordial es no olvidar que no solo tratamos con enfermedades, u órganos afectados, sino también con personas completas que viven el mundo a su manera.

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