Intersecciones en Comunicación

ISSN 1515-2332 (versión impresa)

ISSN 2250-4184 (versión On-line)

Intersecciones en Comunicación.  n.1 Olavarría ene./dic. 2000

Los influjos neoliberales del nuevo laborismo.  A propósito de La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia, Anthony Giddens, Taurus, Buenos Aires, 1999. 198 páginas.

Lic. Damián Corral

¿Es viable el Estado de bienestar en el marco de la globalización? ¿Sigue operando con la misma fuerza que antes el antagonismo izquierda-derecha? Los nuevos derechos de ciudadanía ¿reformulan la relación estado-sociedad civil? Estos interrogantes estructuraron gran parte de los debates sostenidos por las socialdemocracias europeas en los 80 y 90, que Anthony Giddens se encarga de recoger y profundizar en este libro proponiendo una nueva agenda de gobierno para el new labour, empíricamente referenciada en la experiencia thatcheriana en Gran Bretaña.

            La socialdemocracia en el sentido clásico ya no puede actuar con eficiencia en un mundo  unipolar y globalizado.  La quiebra del “consenso de bienestar” que predominó en los países industrializados hasta fines de los 70, la pérdida de legitimidad del marxismo y las profundas mutaciones sociales, económicas y tecnológicas sucedidas en las últimas décadas pusieron en revisión la viabilidad de estos gobiernos como gestores del estado de bienestar. El socialismo fracasó en generar mayor riqueza que el capitalismo y en distribuirla de manera más equitativa. El diagnóstico recupera un eje problemático que fuera analizado en su momento por Clauss Offe: la compatibilidad entre Democracia y Estado de Bienestar. Tras décadas de crecimiento económico y asistencia social del Estado que posibilitó el  desarrollo de la “ciudadanía social”, las clases medias, atentas a las crisis de los compromisos solidaristas y de los grandes colectivos y organizaciones laborales, perdieron interés en las políticas de Estado, fragmentándose  e individualizando sus acciones, inscriptas ya no en intereses de clase sino en estilos de vida.

Estas transformaciones, que en otras obras Giddens conceptualizara en el marco de la “modernización reflexiva”, promovieron la constitución de nuevas comunidades y movimientos como forma de expresión pública de experimentación personal, ejerciendo  un efecto corrosivo sobre las tradicionales identidades colectivas. De este modo, las formas de sociabilidad que permean la familia, las relaciones de género, la sexualidad, las modalidades del trabajo, la identidad personal, reflejan la desaparición gradual de la estructura de clases de la sociedad industrial al disociarse las desigualdades sociales de las referencias clasistas tradicionales, evidenciando la ausencia de un eje dominante de conflictivad social. Empalidece así el antagonismo izquierda-derecha, central en el contexto ideológico en el que gobernaron las socialdemocracias en la segunda postguerra. En este marco, no es la disolución del Estado de Bienestar la solución sino su reconstrucción a la luz de los nuevos desafíos que plantea la ciudadanía.  Para cumplir con este cometido, Giddens propone redefinir el concepto de izquierda moderada a la luz de nuevas demandas de la sociedad y adoptar un “centro radical”, desde donde sea factible gestionar nuevas políticas de vida mediante la construcción de  consensos.

Firmando el certificado de defunción a cualquier alternativa al capitalismo, el devenido asesor de Tony Blair reemplaza al estado interventor por el estado regulador, capaz éste de adaptarse al declive de la política y promotor de la  “subpolítica”, categoría forjada por Ulrick Beck para dar cuenta de la asociación –y ya no del enfrentamiento- entre estado y sociedad civil, perdiendo aquél su referencia dominante como lugar de interlocución.  En esta nueva configuración, la tercera vía –en tanto síntesis superadora de la socialdemocracia clásica y del neoliberalismo-  debe orientar a los ciudadanos ante la globalización, brindando respuestas al cambio tecnológico, los problemas ecológicos, las transformaciones geopolíticas y descentralizando el poder, mediante la transferencia a instancias estatales de menor rango y hacia la sociedad civil, la cual es pensada desde un lugar activo, con mayores niveles de autorganización. Desde esta perspectiva, cualquier espectro de socialismo acechante es espantado con la contemporanizadora definición de redistribución, orientada más hacia la distribución de oportunidades que hacia la asistencia económica: priorizar el estímulo a la pequeña empresa, la innovación tecnológica y la inversión en capital humano, forman parte de las condiciones que reorientarán el futuro del trabajo hacia las nuevas exigencias económicas. Optimista de la realización de este modelo de estado, Giddens celebra un nuevo contrato social, basado en la responsabilidad individual a partir de su creciente autonomía.

La nación también es objeto de reconceptualización categorial: se avizora un modelo de nación cosmopolita, en donde la identidad nacional se articule con otras referencias que posibiliten una ciudadanía global, inscripta en una sociedad contenedora de la tensión entre pluralismo étnico y cultural y con mayor grado de reflexividad y tolerancia hacia la diversidad. Asimismo, el cosmopolitismo debe entenderse también como la difusión descendente hacia los entes locales y, en este sentido, el autor destaca la importancia de las ONG´s como formas de cosmopolitismo emergente y expresión del fortalecimiento de la sociedad civil. 

Giddens escruta con su habitual lucidez la experiencia socialdemócrata cuyo emplazamiento societal se ceñía a los límites del estado-nación.  Pero si bien varios de los ejes de problematización abordados remiten a Consecuencias de la Modernidad  y Más allá de la izquierda y la derecha, la densidad conceptual contenida en estos trabajos cede paso al pragmatismo de un programa de gobierno con formato de ensayo. Las premisas revisitadas sobre los desafíos ante nuevos derechos de ciudadanía contrastan con las proposiciones elípticas referidas a cómo dar un cambio radical a las desigualdades generadas por el neoliberalismo.  El estado mediador que promueve el estímulo de la actividad empresarial, la crítica a la seguridad social y la propuesta de autogestión de la sociedad civil, además de la convicción de que una sociedad inclusiva se define hoy por la igualdad de oportunidades (léase exaltación del meritócrata) más que por la reorientación de los beneficios, se conectan con el culto al individuo como nuevo fetiche de la “sociedad civil global”. Postulados que se orientan más a encauzar una vía descarriada que a construir un modelo superador a los analizados; atildado barniz socialdemócrata a la reseca pintura neoliberal del thatcherismo. 

Lic. Damián Corral


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