Intersecciones en Comunicación

ISSN 1515-2332 (versión impresa)

ISSN 2250-4184 (versión On-line)

Intersecciones en Comunicación.  nº7 Pag. 41-73 Olavarría ene./dic. 2013

Cuerpo, género y sexualidad en los programas de intercambio. Experiencias de estudiantes estadounidenses en Buenos Aires

 

Karina Felitti[i] y Andrea Rizzotti[ii]

Recibido 26/08/2013

Aceptado 28/09/2013

 

RESUMEN

Este artículo reflexiona sobre el lugar del cuerpo, el género y las sexualidades en las experiencias de educación internacional, y los desafíos que presenta la traducción de ciertos sentidos y prácticas en este campo. Para ello indaga en las creencias, opiniones, valoraciones y experiencias de estudiantes universitarios estadounidenses que participaron de un programa de educación internacional entre 2008 y el primer semestre de 2013. Nos preguntamos sobre la información y preparación que reciben cuando aún están en los Estados Unidos y cómo viven las regulaciones y prácticas de género y de sexualidad una vez arribados a Buenos Aires. A partir del análisis de entrevistas y testimonios escritos de los y las estudiantes, y publicaciones y sitios web de las universidades de EE.UU y empresas que organizan estos programas, proponemos contribuir a los estudios actuales sobre la educación internacional y la educación intercultural destacando los aportes de los estudios de género y feministas.

Palabras clave: Educación – Interculturalidad – Género – Sexualidades – América Latina

ABSTRACT

BODY, GENDER AND SEXUALITY IN STUDY ABROAD AMERICAN STUDENTS EXPERIENCE IN BUENOS AIRES. This article analyzes the implications of bodies, gender and sexualities in international education and the challenges presented by the translation of certain meanings and practices in this field. We explore the beliefs, opinions, reviews and experiences of American college students who participated in a program of international education between 2008 and 2013 spring. We wonder about the information and training they receive while still in the United States and how they live the regulations and practices of gender and sexuality once arrived to Buenos Aires. Based on the analysis of students interviews and their testimonials, and publications and websites of U.S. universities and companies that organize these programs, we intend to contribute to current research on international education and intercultural education, highlighting the contributions of gender and feminist studies.

Keywords: Education - Interculturality - Gender - Sexualities - Latin America

INTRODUCCIÓN

En las últimas décadas los programas de educación internacional (study abroad, education abroad) se han expandido y transformado. Más variedad en los destinos y mayor diversidad dentro de la composición del estudiantado -en términos de nacionalidad, clase social, pertenencia étnica, género, campo de estudio- son las características más sobresalientes de estos cambios, en un tipo de educación que sigue de cerca los movimientos de la economía mundial, del orden político internacional y los desarrollos en las telecomunicaciones y el transporte (Hoffa y DePaul, 2010). En un contexto de creciente valoración de la interculturalidad, la aspiración de educar a las nuevas generaciones en sus principios se extiende cada vez más. Según datos de 2010, los estudiantes estadounidenses que realizan parte de sus estudios superiores en el extranjero son cerca de 250.000 cada año, lo que representa un aumento de 143% con respecto a las cifras de hace una década, y son las mujeres quienes representan la mayor proporción de estos números (Salisbury, Paulsen y Pascarella, 2010). Europa sigue siendo el principal destino (57.40%) aunque su participación ha decrecido en casi un 7% en los últimos 10 años. En este nuevo mapa Argentina es uno de los países que se ha posicionado mejor, junto con China, Sudáfrica, Ecuador y la India.

La Argentina, y más específicamente la ciudad de Buenos Aires, ya resultaban atractivas por su impronta histórica cosmopolita y el prestigio de su campo académico, pero desde la devaluación del peso en enero del 2002, y una vez superados los conflictos sociales que siguieron a la crisis del 2001, sus ventajas se hicieron más notables. (Vergara Giavi P; et al., 2008). En Buenos Aires funcionan varios programas de intercambio que reciben cada año a cientos de estudiantes provenientes de los Estados Unidos. Las universidades públicas y privadas acogen a estos jóvenes que por seis meses o un año vivirán en esta ciudad, aprendiendo, aceptando y cuestionando sus reglas. En sus experiencias cotidianas el cuerpo se pone en acción y las cuestiones de género y sexualidades se discuten y se viven. Una mujer como presidenta, la ley de matrimonio igualitario, la educación sexual obligatoria y la provisión de anticonceptivos gratuitos son contrastadas con la ilegalidad del aborto, el acoso callejero y diversas escenas que caen bajo el estereotipo del “machismo latinoamericano”.

Este artículo releva y analiza las opiniones y experiencias de estudiantes estadounidenses que formaron parte del Programa de Intercambio de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales para estudiantes extranjeros (CIEE) con sede en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), entre 2008 y el primer semestre de 2013[iii]. Específicamente nos preguntamos cómo interpretan y viven las regulaciones y prácticas de género y de sexualidad de la cultura argentina durante su estancia académica, y sobre los desafíos que presentan estos temas para la educación internacional, tanto en sus momentos preparatorios (pre departure) como en su desarrollo (on site) [iv]. Se trata entonces de reflexionar sobre las experiencias de interculturalidad que surgen de estos programas de intercambio[v], poniendo el acento en aspectos que son generalmente naturalizados y que remiten a creencias y prácticas que ponen al cuerpo, el género y las sexualidades en un lugar primordial.

Para conocer sus ideas previas sobre estos aspectos de la cultura local, relevamos la información que facilita CIEE y otras universidades estadounidenses sobre los países que se ofrecen como destinos de study abroad. En segundo lugar nos concentramos en las opiniones y experiencias de los estudiantes una vez en Buenos Aires, a partir del análisis de sus testimonios registrados como entrevistas orales individuales, reflexiones escritas y resultados de trabajos de campo e investigación realizados en el marco del curso “Cuerpos, géneros y sexualidades en Argentina: políticas, discursos y experiencias” del cual somos docentes, entre 2008 y el primer semestre de 2013[vi]. También se incluyen las opiniones de algunas estudiantes del Summer Community and Public Health Program, recolectadas entre 2009 y 2010, y los testimonios publicados en Instantáneas, la revista del Programa de Liberal Arts.

PREPARARSE PARA LA INTERCULTURALIDAD

Para dar cuenta analíticamente de las relaciones entre grupos humanos diferenciados y gestionar las negociaciones y posibles acuerdos que resultan de ellas, se habla de multiculturalismo, un término que aparece a mediados del siglo XX pero que refleja situaciones de convivencia tan antiguas como la humanidad misma. Las políticas de reconocimiento que esta forma ha generado no garantiza la existencia de un diálogo entre las culturas ni la comprensión de las diferencias que existen entre cada una (Gutiérrez Martínez, 2013). En ese sentido, cuando se habla de interculturalidad muchas veces se quiere dejar en claro este punto, al destacar que ésta sí da cuenta de procesos dinámicos en los que se reconoce una necesaria interdependencia, mientras que el multiculturalismo define aquellas situaciones en las que individuos, grupos o entidades sociales que pertenecen a diferentes culturas viven juntos (Aguado Odina, 1991). En el primer escenario existe el supuesto de que entre las culturas diversas se establecen relaciones igualitarias y simétricas, promoviendo el respeto entre distintos colectivos culturales que se mantienen separados. La interculturalidad, en cambio, pasa de la descripción a la acción propositiva a partir del diálogo (Diez, 2004).

Las empresas y universidades que organizan experiencias de educación internacional ofrecen a los/as estudiantes información sobre los destinos posibles y una serie de pautas que los preparan para (sobre)vivir en otra cultura. De alguna manera se trata de volver cotidiano lo que la academia y la política discute activamente: cómo se puede gestionar la diversidad. Así los manuales, las guías, la lista de tips que facilitan las instituciones educativas proponen estrategias para “capitalizar” la experiencia y “prevenir” los posibles shocks culturales. Con objetivos similares, el mercado editorial ofrece opciones para quienes quieren crecer personal, académica y profesionalmente durante sus estudios en el extranjero, dejar atrás la categoría de turista y llegar a desarrollar “competencias interculturales” (Dowell, Michele-Marie y Kelly P. Mirsky, 2003; Hansel, 2007; Kohls, 1996).

De hecho, hay muchos textos que están dirigidos a profesionales de negocios, empleados de gobierno y de organizaciones no gubernamentales que realizan misiones en el extranjero y les preocupa lograr una buena inmersión cultural y también, “estar a salvo” (Leki, 2008). En algunos de ellos está presente la intención de no ser sólo un estudiante extranjero sino un “embajador” de la cultura norteamericana (Loflin, 2007:163). Algunos sitios web que reúnen a varias empresas también organizan la información por grupos y presentan “consejos” para mujeres, estudiantes LGTB[vii], personas con discapacidades, que pertenecen a “minorías étnicas y raciales” o a alguna religión en particular (Diversity Abroad, sitio web).

En algunos sitios se establecen comparaciones entre la cultura de los Estados Unidos y la de otros países, en donde se evidencia una valoración jerárquica. Por ejemplo, se afirma que en los Estados Unidos el género no es algo tan importante en la definición de identidades como el nivel educativo, socioeconómico, la profesión o las creencias religiosas y que “el principio de la equidad entre los sexos es casi universalmente aceptado”[viii]. En el mismo sentido se acuerda que la independencia femenina y el derecho de la mujer a hacer lo mismo que los hombres es algo que se da allí pero en muchos otros lugares (University of Michigan, sitio web)[ix]. La mayoría de estas publicaciones ponen el acento en las miradas y frases que una mujer puede recibir en las calles y proponen estrategias para lidiar con esa “atención no querida” (unwanted attention) (Indiana University, sitio web). Destacan que las mujeres de los Estados Unidos pueden ser consideradas como “fáciles”, un estereotipo que atribuyen a las películas –cabe decirse producidas por los Estados Unidos– y a la actitud más abierta que muchas jóvenes manifiestan cuando están lejos de su país. También advierten que ropa muy casual – como musculosas, shorts y soleros – pueden ser “inapropiados” para determinados lugares y despertar esa unwanted attention que se quiere evitar (CIEE, 2013).

Si nos circunscribimos a las descripciones sobre América Latina, la palabra “machismo” aparece recurrentemente y el “piropo” (cat-calling, flattery, compliments) es considerado como la evidencia más clara de la sujeción femenina en la Región y el desafío más grave que deben enfrentar las estudiantes mujeres durante su estancia[x]. En algunos casos la recomendación es “hacer lo mismo que las argentinas” y “seguir caminando”, y no interpretar como algo ofensivo el contacto visual intenso durante una conversación, o el contacto corporal si la intención fue marcar un punto en especial (Butler University, 2008). La recomendación que subyace es mostrar comprensión.

La investigadora colombiana Mara Viveros afirma que el sexismo, el racismo y el clasismo son estructuras sociales que se reconstruyen y afectan mutuamente (Viveros, 2008). En este sentido, cuando se habla del “machismo latinoamericano” hay que pensar que éste no refiere solamente a las desigualdades de género; se trata también de mostrar una representación racializada de las masculinidades de los grupos subalternos (de los hombres negros, de los hombres campesinos, de los hombres de sectores populares, de los hombres de sociedades tradicionales). Viveros no niega la existencia de la dominación masculina en esos grupos sociales, sino que propone ubicarla en un contexto de dominación más amplio (Viveros, 2006). Así Lo contrario sucede cuando un acompañía de educación internacional advierte: “Los hombres en algunos los países pueden llegar hasta el punto de tocar o agarrar a una mujer en público” (CIEE, 2013)[xi], sin tomar en consideración que esto sucede también en los Estados Unidos[xii]. Por otra parte, la discriminación hacia las mujeres puede no tener como escena visible el “piropo callejero” y estar igualmente presente, en diferencias salariales, falta de acceso a posiciones de decisión o situaciones de violencia sexual como las que ocurren en los campus universitarios de los Estados Unidos (Hill y Silva, 2005). El rol de la American Association of University Women se justifica porque, como dice su slogan, “La equidad sigue siendo un problema” (Equity is still an issue) pero esto parece ignorarse o soslayarse.

Como puede verse, la información que reciben quienes desean enrolarse en estos programas de intercambio está construida a partir de estereotipos culturales que terminan por contradecir el objetivo de la educación intercultural. Con esta información y los comentarios que familiares, amigos, compañeros y los medios de comunicación pueden dar sobre el lugar elegido, cada estudiante emprende su viaje, con una mochila llena de advertencias, consejos y diagnósticos que van condicionando su llegada. Una vez en el destino elegido harán su propia relectura sobre las sugerencias e indicaciones recibidas a partir de sus propios trayectos intelectuales y corporales.

SENTIDOS DE LO INTRADUCIBLE

Argentina como el país de las mujeres más bellas y Buenos Aires como la “Paris de Sudamérica” son descripciones que ayudan a sostener cierto sentimiento de superioridad muy porteño, que es duramente criticado en otros países de América Latina y sobre el cual los estudiantes están advertidos (Karla, 2009: 28). Otra imagen extendida en el exterior, y que muchos argentinos defienden, es la que presenta a la Argentina como un país “blanco”, con escasa o nula presencia indígena o afro descendiente, aunque los estudios históricos y antropológicos muestran el carácter multiétnico y multilingüístico de la población, y actualmente existan políticas que reivindican estas raíces (Gordillo y Hirsch, 2003; Frigerio y Lamborghini, 2011; Maffia, 2012). Cuando los estudiantes arriban a Buenos Aires se dan cuenta de que la diversidad étnica es notable y que “negro” puede tener una connotación positiva, cariñosa, que no necesariamente va de la mano con el color de la piel, aunque generalmente traduce una relación de asimetría y patronazgo. Incluso pueden ser “negros” los inmigrantes que provienen de países limítrofes o los propios argentinos nativos que conservan rasgos de las poblaciones originarias. Es más, se puede ser “negro de piel” pero también ser “cabecita negra”, expresión que evoca el desprecio a las costumbres y valores de los sectores populares y la reivindicación de la “idiosincrasia” de la clase media argentina, asumida como la representante genuina del ser nacional (Adamosky, 2009). En ese sentido “negro” se asemeja al uso despectivo que tiene la palabra nigger en el inglés de los Estados Unidos.

En este escenario algunos estudiantes afroamericanos atraen las miradas pero entienden que se trata de extrañeza más que discriminación; curiosidad más que estigma, aunque en esa “extranjerización” del otro estén presentes estas ideas de una Argentina blanca y europea.

“Hay personas que acá no han visto muchas personas afro americanas por eso me miran mucho y no tengo los mismos sentimientos cuando estoy en Estados Unidos y me miran mucho. Allá cuando pienso ¿por qué me están mirando? y asumo que tienen un problema conmigo. Acá te deben mirar porque no han visto muchas personas afro”. (Daryl, comunicación personal, segundo semestre 2010).

La mayoría de los estudiantes que llegan a Buenos Aires ya tienen conocimientos del idioma español y saben que esta gramática divide a las palabras por géneros, masculino y femenino, pero les resta experimentar el desafío del hablar cotidiano teniendo en cuenta esto. El término anglosajón gender siempre remite a cuestiones de ordenamiento sexual, en cambio, en español puede servir como clasificación de músicas, tipos de literatura o incluso puede ser un sinónimo de tela (Lamas, 1996). El término queer también presenta diferencias. En el contexto actual de los Estados Unidos, la palabra ha dejado atrás sus orígenes denigratorios. Reapropiada por el activismo, remite a identidades que rompen con la ideología binaria y heteronormativa, y cuestionan la misma definición de identidades, al abogar por la fluidez y estar contra los encorsetamientos (Preciado, 2009).

En Buenos Aires, este sentido contracultural se conserva en el campo académico pero no es tan importante dentro del activismo, atento no ser “colonizado” por una palabra extranjera y sus correlatos políticos. En el circuito de consumo hay espacios para aprender y bailar “Tango Queer”, lo que en la práctica significa, que dos varones o dos mujeres pueden bailar juntos y que indistintamente pueden interpretar la parte masculina y la parte femenina de esta danza típica argentina. Esta diferencia es notable si se tiene en cuenta que el tango en sus versiones “tradicionales” condensa marcadas diferenciaciones genéricas. Así lo describía una estudiante que tomó un curso de este baile:

“La improvisación es siempre responsabilidad del hombre. Por eso las mujeres necesitan escuchar (con sus cuerpos) a los varones y seguir sus movimientos. Esto representa la cultura del poder y control del hombre sobre la mujer”. (Melanie, comunicación personal, primer semestre 2013).

Otros bares, hoteles, restaurantes y locales bailables suelen también incluir en sus descripciones la palabra queer, aunque en general el sentido post-identitario y revolucionario del término no está presente. Se trata más bien de espacios orientados a un público de gays y lesbianas, que también se jacta de ser heterofriendly, y proponen una integración a partir del consumo, apoyándose ahora en leyes como la del matrimonio igualitario[xiii]. En el primer semestre de 2013 una estudiante del Programa de Investigación de CIEE-FLACSO (Undergratuate Research Program) relevó los espacios queer en Buenos Aires y analizó los contrastes:

“Hay ideologías y espacios que yo identificaría como queer por mi definición y experiencia, pero las personas acá tienen su propios métodos de nombrar al espacio, y el no uso de esta palabra no significa que no haya comunidad (…), ni que no hay un grupo o movimiento más radical que rechaza a la normalización. Solamente que, por su propia historia y lenguaje, estas cosas son identificadas y pensadas en una manera diferente que surge del contexto en que existe No es simplemente ‘raro’ ” (Ann, comunicación personal, primer semestre 2013).

La tentación de la “transparencia lingüística” de algunas palabras también llevan a equívocos, como sucede con el adjetivo aggressive. En español solemos traducirlo como agresivo y relacionarlo con la violencia, pero en inglés el término puede calificar a una persona que está muy determinada en conseguir o tener éxito en lo que quiere, en obtener resultados (Longman, 1995:26). Muchas familias que hospedan a estudiantes mujeres han entrado en pánico cuando ellas comentan que un varón fue muy “agresivo” con ellas. Las familias locales piensan que se trató de una escena de acoso sexual pero las jóvenes quieren decir que algún varón fue muy insistente en sus invitaciones a bailar o a salir. Lo interesante es que para algunas de estas jóvenes esa insistencia también puede ser interpretada y vivida como una forma de violencia, como trataremos de explicar a continuación.

 

PONER EL CUERPO

Esa manía de mostrar

El cuerpo entendido como proyecto no es solamente algo dado por la naturaleza sino que expresa un mandato de desarrollo personal propio de la modernidad y su imperiosa necesidad de individuación. Como sostiene David Le Breton, el cuerpo moderno “implica la ruptura del sujeto con los otros (una estructura social de tipo individualista), con el cosmos (las materias primas que componen el cuerpo no encuentran ninguna correspondencia en otra parte), consigo mismo (poseer un cuerpo más que ser un cuerpo)” (Le Breton, 2010:8). Partiendo de estas consideraciones históricas sobre el cuerpo y la idea de que los cuerpos constituyen a la sociedad a la vez que son constituidos por ella (Bourdieu, 1996), las formas de vivir corporalmente la experiencia de study abroad están mediadas por sus propias historias corporales y la cultura estadounidense. Desde estos lugares hay situaciones e imágenes que les llama la atención. Una es la exhibición y sexualización de los cuerpos femeninos en la vía pública, los carteles que promocionan productos de lencería, o incluso los pequeños avisos que ofertan servicios sexuales:

“Mirás para cualquier lado y hay un culo gigante. Hasta te dan volantes de servicio sexuales en la calle. Encontramos más énfasis en mostrar culos y tetas que en los Estados Unidos” (Laura, comunicación personal, primer semestre 2010).

Para algunos estudiantes, estas imágenes, junto con las portadas de revistas que, sin ser eróticas o pornográficas, muestran a mujeres con muy poca ropa, son ejemplos del sometimiento de las mujeres a una cultura machista. El desafío es desmontar una mirada simplista sobre estos hechos y situar los fenómenos en su contexto. Por ejemplo, cuando analizamos las publicidades de servicios sexuales hay que tener en cuenta que en la Argentina, la prostitución es legal y lo que está penalizado es la explotación sexual y la trata de personas. En los Estados Unidos, en cambio, la prostitución es ilegal y solo está permitida en el estado de Nevada. Esto hace que el contraste sea muy marcado. Sin embargo, esto no quiere decir que para la cultura local la prostitución no sea un tema de debate[xiv].

Además, no solo a estos estudiantes les llama la atención o les molestan los avisos de servicios sexuales pegados en cabinas de teléfono, salidas del subterráneo, paradas de buses, postes de electricidad y cestos de residuos de zonas de mucho tránsito[xv]. Hay agrupaciones que hacen campañas para denunciar la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres y convocan a remover estos avisos, y han intervenido los mismos espacios con otros carteles que tienen frases como “Por el derecho al placer. Basta de explotación sexual” o si la prostitución fuera trabajo ¿se la recomendarías a tu hija?” (Campaña abolicionista, sitio web). Estas acciones junto con algunas políticas públicas, como legislar sobre la “violencia mediática”, demuestran que a una parte de la sociedad argentina también le importa la explotación sexual de las mujeres y la objetivación de sus cuerpos. Pero también hay que tener en cuenta que hay mujeres en situación de prostitución que buscan que su actividad sea reconocida como un trabajo, que la diferencian de la trata de personas y que entienden estas medidas como un atentado a su libertad y una forma de censura moral. Vistos desde este enfoque, los avisos no estarían necesariamente representando la sumisión femenina ni el “poder machista”.

Otro aspecto de la cultura local que llama la atención a los estudiantes es la importancia que muchas mujeres, y también muchos varones, asignan a la apariencia corporal y las intervenciones a las que se someten para alcanzar ciertos ideales de belleza (Aafjes, 2008). A partir de los ‘90, con la consolidación de un modelo económico neoliberal basado en un tipo de cambio que equiparaba al dólar con la moneda nacional, el acceso a las cirugías estéticas y otras prácticas cosméticas se hicieron frecuentes entre los sectores medios locales e incluso dieron lugar a un “Turismo médico internacional”, al atraer a personas de diferentes países que aprovechaban las buenas prácticas profesionales y los bajos costos económicos (ISAPS, 2011).

Desde ya que el peso que tiene el ideal del cuerpo perfecto y las diferentes presiones para alcanzarlo no es algo que solo ocurra en la Argentina, pero quienes probamos una prenda talle small en Buenos Aires sabemos bien que no guarda proporción con una prenda del mismo tamaño en los Estados Unidos[xvi]. Evidentemente para “encajar” en esos talles hay que hacer sacrificios. Las estudiantes mujeres comprueban esto cuando concurren a un gimnasio. Una joven contó en un ensayo que cuando solicitó a su profesor una rutina de entrenamiento para tonificar sus músculos, el profesor insistió en darle una rutina que la ayudara a bajar de peso, aunque ella le manifestó claramente que estaba conforme con su peso y que su objetivo en el gimnasio era mantenerse activa y no adelgazar.

Esto se relaciona con otro aspecto de la “cultura del gimnasio” que las estudiantes notan. Para ellas las argentinas no realizan rutinas “fuertes” como las que ellas ven y practican en los Estados Unidos. Esto también se vincula con los modos de estar en el gimnasio que también observan:

“Me ha pasado de ir a un gimnasio y ver que las chicas argentinas están maquilladas. Y a mí me han dicho que cómo iba así vestida, de jogging, que se notaba que yo era yanqui por mi apariencia, que era un asco estar toda transpirada. Yo hago entrenamiento, ¿cómo no voy a transpirar?” (Ainsley, comunicación personal, segundo semestre 2009).

“Nunca vi una mujer llevando una camisa vieja en el gimnasio acá. Enfrente de los espejos las mujeres estaban maquillándose y arreglando su pelo. Estaba sorprendida de que tantas mujeres arreglen su pelo o se maquillen antes de correr o hacer ejercicio. Estoy acostumbrada al habito de lavarse la cara y quitarse el maquillaje antes…” (Rebecca, comunicación personal, segundo semestre 2011).

“Cuando yo estoy haciendo los push ups en el suelo o estoy corriendo en la cinta, con mi pelo totalmente arriba y sin maquillaje, es obviamente distinto de la gran mayoría de las otras mujeres, que están hablando con los profesores, llevando su pelo largo y maquillaje, y apenas haciendo ejercicios” (Elizabeth, comunicación personal, primer semestre 2013).

Miradas y palabras

Como antes indicamos las advertencias y consejos para lidiar con los piropos ocupan un lugar destacado en la preparación inicial que se les brinda a las estudiantes pero esto no evita el impacto que significa vivirlos en directo.

“Los piropos eran lo más interesante para mí como experiencia única de género y sexualidad en Argentina. En mi ciudad, en Estados Unidos, es muy improbable que un hombre se me acerque sin antes tener alguna señal de que quiero iniciar una conversación. En Argentina fue totalmente diferente. Los hombres me echaban piropos caminando entre mi departamento y el subte, especialmente los trabajadores de construcción. Ser objeto de la mirada de otros, sin haberlo pedido ni querido, fue muy alarmante” (Lauren, comunicación personal, primer semestre 2009).

Estas situaciones no pasan desapercibidas por los estudios feministas que definen al acoso callejero como una forma de violencia de género. Esas miradas no habilitadas, esas palabras lascivas son formas de imponer el poder masculino sobre el cuerpo de las mujeres, de limitar sus presencias en el espacio público (Segato, 2003). Una organización que se ocupa de denunciar y dar herramientas de respuesta es Hollaback, que nació en el 2005 en los Estados Unidos, como un espacio en donde las mujeres y personas LGBTQ pudieran compartir sus experiencias y proponer una nueva conciencia contraria al machismo, al sexismo y a los patrones culturales que de ellos se derivan. Hollaback es una palabra tomada del slang o lunfardo neoyorquino y remite a un grito que va en respuesta a un llamado primero. Implica hacer escuchar la voz propia, no quedarse callado y responder con vehemencia (Hollaback, sitio web).

Con el tiempo fueron surgiendo versiones locales en distintas ciudades de Canadá, México, Alemania, República Checa e India. En Argentina funciona “Atrévete Buenos Aires” y en su sitio web pueden leerse muchas historias contadas por mujeres de este país, que muestran que el malestar, el miedo, el enojo y la angustia son también experimentadas por las mujeres locales. Es interesante destacar la política anti discriminación del sitio, que busca que los relatos del acoso callejero no incluyan comentarios racistas. En este sentido se aclara:

“De acuerdo con nuestra experiencia, el acoso en las calles viene de personas de cualquier faceta de nuestra cultura y de cualquier estrato de nuestra sociedad. Te pedimos que evites hacer referencia a los atributos de un acosador ya que este movimiento es para cambiar valores sociales y no para perpetuarlos” (Atrévete Buenos Aires, sitio web).

La idea es cuestionar la asociación entre sexismo, clase social y etnicidad. La experiencia de algunas estudiantes lo confirma. Si en Estados Unidos el piropo es infrecuente y a lo sumo sucede, “cuando una mujer pasa por una construcción, un lugar con obreros de la construcción (…)”, en Buenos Aires “pueden decirte algo varones que visten traje o un constructor” (Rose, comunicación personal, segundo semestre de 2010). Esta posibilidad siempre latente, y la mayoría de las veces concretada, es interpretada como una invasión a su privacidad, un ataque a su autonomía, una acción que repercute en sus propias decisiones sobre por dónde caminar, hasta qué horas salir, qué ropa llevar:

“Una vez estaba con una minifalda y una remera y me dijeron cosas. Nunca me había sentido tan desnuda en mi vida. Nunca más me puse esa ropa” (Sally, comunicación personal, primer semestre 2009).

“Cada mañana cuando me visto tengo que pensar si es ‘apropiado’ llevar cualquier ropa, cosas que llevo en los Estados Unidos todo el tiempo sin problema. Nunca he pensando antes si es demasiado peligroso llevar una falda por la noche si es que tengo que caminar sola por un rato (…) Soy una mujer bastante independiente y no me gusta que esta atención me afecte así” (Megan, comunicación personal, segundo semestre 2011).

Estas limitaciones en la circulación y en el vestir es algo que no solo afecta a las mujeres pero podemos estar seguros de que las afecta especialmente. Y a esta cuestión de género se le suma el hecho de que estas estudiantes provienen de otro país en donde las pautas de contacto visual y corporal son en general muy diferentes. Además existe una cuestión lingüística; como comenta una estudiante: “No tengo mucho vocabulario coloquial para responder eficazmente a los comentarios sexuales” (Megan, comunicación personal, segundo semestre 2011).

Como ya indicamos, la idea moderna de que el individuo tiene un cuerpo y no es ya un cuerpo, es decir, el cuerpo como posesión y no como parte indistinguible de la persona y de la comunidad de pertenencia (Le Breton, 1995), es producto de transformaciones sociales y culturales que adquieren colores locales. En este sentido, si en algunos países la mirada masculina sobre el cuerpo femenino se evita cubriendo a las mujeres, en otras se fortalecerá la libertad de elegir qué partes de sus cuerpos mostrar, y que esto se posicione como un símbolo de liberación, aunque la decisión pueda tener un costo, ya sea moral, político y personal. Los piropos pueden pensarse, y vivirse, como una forma de violencia de género y esta misma violencia instaura modos de normativización que crean, reproducen y gestionan cuerpos y dinámicas diferenciadas. Su aceptación pasiva refuerza el heterosexismo y la misoginia con un amplio respaldo social, y se terminan imponiendo como abusos de poder cuasi normalizados (Barrón López, 2012). Visto de ese modo, el piropo traduce una relación en donde el varón tiene la prerrogativa de decirle a una mujer que camina por la calle, lo que él quiera, más allá de que ella desee o no oírlo. Y esto se aplica tanto a los “buenos” piropos, como los más ofensivos e intimidatorios:

“Lo que me hizo sentir incomoda fue la agresividad de su comportamiento (…). Dentro del sistema de poder que existe el entendió que podía perseguirme” (Ashley, comunicación personal, primer semestre 2013).

“Sé que es normal para muchas mujeres acá pero a mí me da un sentimiento de vergüenza. Este sentimiento da al hombre el poder de hacerme sentir mal sobre mí misma” (Tara, comunicación personal, primer semestre 2013).

Muy relacionado con el piropo está la práctica del “chamuyo”, término del lunfardo porteño que refiere a un discurso que busca convencer de algo a alguien sin apelar necesariamente a datos reales. Esta forma de acercarse a otra persona también molesta a los varones acostumbrados a otro tipo de prácticas de cortejo: “No quiero convencer a alguien de tener sexo conmigo, que haya consentimiento y listo” (Huppert, comunicación personal, primer semestre 2010). La insistencia ante una primera negativa es algo que les llama la atención – “para casi nadie de aquí, no es no” (Liza, comunicación personal, primer semestre 2010) – e impulsa a las jóvenes a innovar sus estrategias:

“Por miedo a decir ‘no me gustas’ una vez le dije a un chico que era lesbiana. Pero eso no lo detuvo, me decía, ‘bueno, dale un beso a tu amiga’. En Estados Unidos no hubiera insistido, te creen pero acá piensan que es parte del juego” (Liza, comunicación personal, primer semestre 2010).  

La mirada no buscada, la palabra no querida, la idea de que en Buenos Aires no hay “espacio personal”, marca las experiencias cotidianas de las estudiantes. Ellas quieren ser valoradas por lo que son, no por su apariencia: “Cuando dicen esas cosas… yo no soy una mujerzuela. Para mí eso es lo que me molesta, porque yo soy mucho más que esa cosa que están diciendo sobre mi cuerpo” (Annie, comunicación personal, segundo semestre 2010). Si estas situaciones son tan contrastantes, ¿cómo se da el cortejo en los Estados Unidos?:

“Acá me parece que, como decía una amiga, es más obvio. En Estados Unidos es diferente, abierta u honesta. Eso lo veo como algo bueno. Igual hay mucho más respeto en Estados Unidos, porque tenés que tener cuidado si decís algo, puede ser peligroso. Es algo que ahora me planteo” (Christian, comunicación personal, segundo semestre 2011).

¿Se trata entonces siempre de “machismo” o es que existe mayor apertura en las relaciones, más fluidez en las formas de trato? ¿Solo los varones son tan “directos”? Un estudiante nos contó su experiencia: en un lugar bailable una chica le pidió su número, lo llamó a los pocos minutos, le mandó mensajes de texto, le solicitó amistad por Facebook y en cuanto la aceptó comenzó a enviarle íconos de felicidad y corazones:

“Pensaba que fue el único caso pero hace un mes me volvió a ocurrir en otro boliche y en ese momento vi que las mujeres en Argentina son más directas con la gente que les interesa. Hoy todavía recibo llamadas de dos chicas y mensajes por Facebook que raramente respondo porque para mí es un poco extraño” (Aaron, comunicación personal, segundo semestre 2011).

Es evidente que las circunstancias influyen en la forma de decodificar la escena: no es lo mismo que un varón se le acerque a una mujer cuando ella está sola y es de noche, que una voz que se escucha desde un auto en el tumulto del centro porteño a plena luz del día. Del mismo modo, no todas las estudiantes piensan lo mismo de los piropos. Entre quienes los consideran una violación a pequeña escala y quienes sienten que es una manifestación más del poder de la belleza femenina, hay muchas variantes:

“Recuerdo que una vez salí a la calle y en todo mi camino nadie me dijo nada. Me pregunté ‘¿qué hay de malo conmigo hoy?’. Creo que cuando regrese a los Estados voy a extrañar los piropos” (Clara, comunicación personal, segundo semestre 2009).

Pero, en general, la valoración es negativa. A las estudiantes no les gusta ser miradas sin antes haber habilitado esa mirada. Explicar que los piropos suceden como hecho cultural no da cuenta de las causas y consecuencias de cada palabra o gesto que un varón lanza a una mujer desconocida por la calle. Como sostuvo un estudiante:

“No se puede renunciar al cambio en nombre de las diferencias culturales. Si esto es ofensivo, si hace que las mujeres tengan miedo o se incomoden, no debería explicarse como parte de la cultura y así dejarlo” (John, comunicación personal, primer semestre 2010)

Esta opinión fue un excelente ejemplo del tipo de educación intercultural que nos proponíamos: reflexionábamos en conjunto, revisábamos nuestros supuestos a partir de la interpelación del otro, aprendíamos a partir del diálogo, evitando establecer jerarquías y valoraciones basadas en estereotipos.

MÁS ALLÁ DEL MACHISMO LATINOAMERICANO

Como dijimos recién la educación intercultural insiste en la reciprocidad y también en la simetría. Se trata de valorar las diferencias sin establecer escalafones, una empresa difícil si se viene de uno de los países más poderosos del mundo. Desde ese lugar de partida hay estudiantes que llegan con un mapa que distingue las relaciones de poder en el nivel internacional; como dijo una estudiante durante la primera clase de nuestro curso: “Quiero ver cómo son las relaciones de género un país subdesarrollado” (Brittany, comunicación personal, primer semestre 2012). Aunque esta posición la mayoría de las veces no se manifiesta de modo tan explicito no deja de estar presente:

“Mi tiempo en Argentina me hizo valorar mi propia cultura por la manera en que me permite la independencia como mujer soltera. En Argentina, como mujer y especialmente como extranjera, me sentía un objeto sexual para ser disfrutado y mirado por todo hombre que encontré. Volviendo a Colorado en los Estados Unidos, me di cuenta que mi cultura es distinta: me permite decidir cuándo ser una mujer sexual y cuando ser simplemente parte de la sociedad sin aceptar un titulo de género” (Carly, comunicación personal, segundo semestre 2009).

“Nunca me di cuenta de que en América del Norte es muy común hablar y discutir del tema de género, especialmente en mi propia universidad. En esa época, estamos muy abiertos y es interesante ver el tabú que todavía existe en la Argentina (…). Es interesante ver el progreso de Argentina que es un poco atrasado respecto a los Estados Unidos y por eso me gustó estudiar el tema” (Rachel, comunicación personal, primer semestre 2010).

Esta idea de un país “atrasado” y otro “adelantado”, ya no en términos de teoría económica sino aplicada a las relaciones de género y las pautas de sexualidad es algo que, sin embargo, otros estudiantes cuestionan, especialmente después de la ley de matrimonio igualitario:

“En la Argentina el discurso es más abierto, por eso es más radical en comparación con los Estados Unidos. La ley nueva del matrimonio de los gays es algo que en Estados Unidos no me imagino, pero acá tenemos matrimonio gay y por supuesto, no todos estarán de acuerdo con eso, pero tienen la ley y es algo que nosotros no tenemos. En ese sentido son más radicales (Annie, comunicación personal, segundo semestre 2010).

“Espero que un día la idea de que la mujer es propiedad desaparezca. Esto también ocurre en los Estados Unidos con los apellidos. Algunas cosas como los piropos o los apellidos están tan naturalizados dentro de una sociedad que no pensamos en por qué son así. Inicialmente mi reacción fue rechazar algunos elementos de la cultura de la Argentina como groseros pero en realidad, en los Estados Unidos, tenemos cosas que reflejan valores patriarcales solo que en forma diferente” (Liza, comunicación personal, segundo semestre 2011).

Estas divergencias en la interpretación de los sentidos que los sujetos otorgan a sus prácticas parten de consideraciones sobre la libertad, la igualdad y la diferencia. Así un gesto de cortesía, galantería o una actitud de cuidado, puede ser interpretado como conmiseración en culturas que valoran tanto la independencia y la autonomía. Esto puede verse en las reacciones que genera en algunas jóvenes cuando un varón le cede su asiento en el transporte público.

“Si hay un asiento vacío los hombres me hacen sentar porque soy mujer (…). Es como, ‘che, vos sos más débil que yo, sentate’. Pero eso también pasa en los Estados Unidos. Creo que yo soy más feminista que la mayoría de las chicas” (Diane, comunicación personal, segundo semestre 2010).

Este ejemplo es interesante para reflexionar sobre una de las cuestiones paradigmáticas de la teoría y praxis feminista como es el desafío de conciliar la igualdad y la diferencia en la vida de las mujeres. Así el multiculturalismo y el feminismo tienen en común esta meta, asumen el lenguaje de los derechos humanos e intentan evitar los posicionamientos etnocéntricos (Femenías, 2007; Agra Romero, 2000). Sin embargo, algunas teóricas y activistas pueden rechazar en nombre de la libertad y la liberación femenina aquello que no encaja en los estándares del feminismo blanco, occidental, de clase media, generalmente heterosexual (Moller Okin, 1998). Muchas de las discusiones y acciones que se han dado en Europa en torno al uso del velo y la burka encajan en esta descripción. Para el feminismo latinoamericano estos debates han sido una buena oportunidad para reflexionar sobre las intersecciones que se dan en términos de género, clase y etnicidad; para revisitar al “patriarcado” con una mirada cada vez más atenta a estos otros elementos. Se trata de ir dejando atrás los estereotipos, reconocer la diversidad y los desacuerdos, y revalorizar la agencia de los individuos (Phillips, 2007).

CONCLUSIONES

En las últimas décadas la educación internacional se ha expandido notablemente. Hay más estudiantes involucrados, mayor variedad en los destinos elegidos y una notable apreciación social de estas experiencias de intercambio. Los estudios que las analizan suelen concentrase en los datos cuantitativos (cuántos viajan, dónde, qué carreras eligen) y proponen estrategias para “optimizar” los procesos de enseñanza/ aprendizaje y evitar los shocks culturales. Las reflexiones y los análisis son muchas veces reemplazados por estadísticas, pautas y consejos, mientras que los estudios de educación intercultural se concentran en la educación indígena bilingüe y no toman en cuenta estos casos. De ahí que nuestro objetivo haya sido resaltar que la educación internacional también propicia el encuentro de culturas, de sus creencias, valores, costumbres, y que como esto ocurre entre sujetos sexuados que tienen diferentes identidades y modos de vivir el cuerpo, el enfoque de género resulta imprescindible para conocer de cerca estas experiencias.

Como pudimos ver, el material de orientación suele presentarse como una caja de herramientas para “sobrevivir” a la experiencia de la interculturalidad y sentirse “a salvo”. Para evitar la incertidumbre se brinda información detallada que no siempre resulta positiva; más allá de la confiabilidad del dato, la forma prejuiciosa de presentar la realidad del otro no fomenta la reciprocidad ni la simetría necesaria para el intercambio cultural. En algunos casos las universidades y las empresas de educación internacional caracterizan a los países que forman parte de los programas desde un lugar de privilegio, asumiendo un rol superior. Particularmente cuando se refieren a la situación de las mujeres y personas LGBT, suelen colocar en otras latitudes los problemas, negando u ocultando el hecho de que también en los Estados Unidos existe discriminación y violencia de género. En el caso de América Latina la crítica más corriente tiene que ver con el machismo y su manifestación más clara y en alguna medida pintoresca: el piropo.

En los relatos de los y las estudiantes que formaron parte del programa CIEE-FLACSO se advierten las tensiones entre el deseo de conocer y apreciar otra cultura, y las dificultades de salirse de los patrones preestablecidos y de superar estos diagnósticos para dar lugar a una mirada propia. Desde sus valores el piropo es una forma de violencia, un atentado a su libertad personal; la mirada no autorizada viola la propiedad privada de su cuerpo. En la Argentina el rechazo al piropo es cada vez más común entre las mujeres; no solo las extranjeras se molestan, también las locales se organizan y reclaman el fin del acoso callejero, en un proceso de desnaturalización de un fenómeno tan antiguo como éste.

Ya puede advertirse el peso que tienen las miradas externas en estas revisiones (la instalación de una sede de Hollaback en Buenos Aires lo corrobora) aunque esto no debería implicar asumir esos enfoques sin filtros. La modernidad ha inventado al sujeto y lo ha vuelto dueño de su cuerpo; ese cuerpo individual, escindido, asume diferentes estatutos en diferentes contextos. Qué se muestra, a quién, cuándo, es variable y lo mismo podría decirse de quien entiende como un halago la palabra bonita de un desconocido o incluso alguna referencia sexual más explícita. Plantear que si una mujer sonríe al recibir de parte de un desconocido un comentario sobre su cuerpo es cómplice de un sistema patriarcal de dominación, es negar que un mismo hecho pueda tener diferentes significados. Lo mismo sucede cuando se piensa en este y otros fenómenos en escalas que distinguen entre sociedades “atrasadas” y “avanzadas”. En este sentido, la caracterización que se hace del machismo latinoamericano no puede pensarse por fuera del contexto de la política internacional y un sistema de clases y étnico/racial que coloca a América Latina en un lugar subalterno. Así, cuando hablamos del piropo como actitud machista, como característica de una Región o de un grupo social, estamos hablando de algo mucho más general y político.

Como vimos, según las estudiantes, en Buenos Aires cuando una mujer va al gimnasio lo hace maquillada, bien vestida y procura no transpirar. Una joven estadounidense plantea el ejercicio desde otro lugar; hay menos arreglo personal y más esfuerzo. ¿Hay una forma que es mejor que la otra? ¿La mujer maquillada ha caído en la trampa del ideal de belleza y necesita ser “liberada”? Estas preguntas que formaron parte de los ejercicios de análisis podrían trasladarse con algunos pequeños cambios al centro de los debates de las políticas del multiculturalismo y el activismo feminista. El luchar por la igualdad y respetar las diferencias conforman el núcleo duro de estas agendas en tiempos de reivindicaciones post identitarias. Mientras las nuevas terapias de autoconocimiento, el yoga y las técnicas del buen vivir nos hablan de nosotros, las estancias en el extranjero nos devuelven otras miradas. El study abroad propone salir a conocer otras culturas, dialogar con ellas y al encontrarlas, reencontrar la propia, y así sumarle nuevos ingredientes a una receta siempre abierta, que oscila entre la comida fusión y el plato típico.

Una estudiante nacida en Chile, de padre chileno y madre estadounidense que vive en Kansas y antes en Alemania resumía así sus sentimientos:

“¿Así que quien soy al fin y al cabo? En los Estados Unidos soy la chilena, en la Argentina soy la chilena o la gringa y en Chile soy la gringa o la argentina. ¿Pertenezco a los tres o no pertenezco a ninguno? y ¿por qué es tan importante? Yo me defino por mis intereses, mis valores, mis gustos, mis amigos y mi familia. Seguro que cada persona tiene características, huellas de su país de origen, ¿pero quien dice que estas características no puedan transformarse cuando uno cruza una frontera? (…) Para mí la pregunta ‘¿De dónde sos’ es más que ‘¿En qué país naciste?’, es otra forma de preguntar ¿quién sos? Y acá tienes mi respuesta: soy una chica, chilena y estadounidense, viviendo feliz en Buenos Aires y buscando el resto de mi vida.” (Rodríguez, 2010:23).

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NOTAS



CONICET/Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, UBA. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

[ii] FLACSO Argentina. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. DATOS PARA LA PORTADA DEL ARTÍCULO

[iii] Una primera versión de este trabajo fue presentado en la 2010 CIEE Annual Conference “In Pursuit of Excellence: Prioritizing Quality as Study Abroad Evolves”, Philadelphia, Estados Unidos, 10-13 noviembre de 2010, bajo el título “Engendering International Education. Research Results CIEE-Flacso Argentina”.

[iv] Las experiencias de educación internacional han dado lugar a investigaciones, encuentros y publicaciones. Por ejemplo, la revista Frontiers. The Interdisciplinary Journal of Study Abroad, creada en 1994 en la Universidad de Boston y actualmente apoyada por numerosas universidades de EE.UU, y el Journal of Studies in International Education, que se publica desde 1997 por SAGE con el apoyo de la Association for Studies in International Education (ASIE). Del mismo modo que CIEE, NAFSA (Association of International Educators) también organiza conferencias internacionales y regionales para discutir estos tópicos.

[v] En general los estudios y programas de acción en educación intercultural suelen limitarse a los procesos de inclusión y exclusión de poblaciones migrantes y a la educación intercultural indígena y el bilingüismo (Hirsch y Serrudo, 2010).

[vi] Lo que se cita como comunicaciones personales incluyen entrevistas grabadas y también testimonios escritos. Para preservar la identidad de los y las entrevistadas utilizamos seudónimos e indicamos el momento del año en el que hicieron su experiencia de intercambio en Buenos Aires.

[vii] The Rainbow Special Interest Group es un consorcio de miembros de NAFSA que apoya a estudiantes y profesionales gays, lesbianas, bisexuales o transgénero que participan de la educación internacional (Indiana University, sitio web).

[viii] “In our society, gender is usually less important to a person’s identity than things like educational level, socioeconomic standing, professional accomplishments, spiritual beliefs, and creativity. The principle of equality between the sexes is almost universally accepted, and U.S. women expect that just societies will ensure equal opportunity for women” (CIEE, 2013).

[ix] “One of the biggest problems seems to stem from the American woman's cultural bias that we are capable, independent and that it is our right to do anything that a man can do and go anywhere that a man can go. Unfortunately, this is not how it is in many other countries.” (University of Michigan, 2013).

[x] Otro problema que también parecería angustiar a las mujeres es la dificultad para hacerse amigas mujeres. (Twombly, 1995).

[xi] “Men in some countries may go so far as to touch or grab a woman in public. This behavior may be frowned on to some extent—local women especially may be offended—but it persists” (CIEE, 2013).

[xii] Durante mayo de 2013, en el metro de Washington DC, podía verse una campaña gráfica advirtiendo: “Frotate contra mí y te expondré” (Rub against me and I’ll expose you), lo que indicaría que “algunos países” puede incluir a los Estados Unidos.

[xiii] Sobre las diferencias entre quienes de definen como homosexuales y quienes asumen una identidad gay puede verse Meccia, 2011.

[xiv] Las valoraciones sobre la prostitución dividen a los movimientos de derechos humanos y al feminismo en la discusión prostitución: ¿trabajo o explotación sexual? Al respecto puede consultarse (Berkins y Korol, 2007; Isla y Demarco, 2008).

[xv] La oferta de servicios sexuales en la vía pública fue prohibida por decreto presidencial número 936 en el 2011 bajo el supuesto de que “sin prostitución no hay trata”. Esto ha generado la reacción de las mujeres que se reconocen como trabajadoras sexuales y sienten que esta medida atenta contra su libertad (Carbajal, 2011).

[xvi] La Ley de Talles de la Ciudad de Buenos Aires exige que las tiendas ofrezcan ocho talles (normalmente AR 36-50/UK 8-22/US 6-20) y la misma ley de la Provincia de Buenos Aires exige que las tiendas ofrezcan los talles 38-48 (UK 10-20/US 8-18). Como muy pocas empresas las tienen en cuenta hay agrupaciones de mujeres y ONGs dedicadas al tema de obesidad que luchan por su aplicación. Una de ellas es AnyBody Argentina que es parte del movimiento global Cuerpos en riesgo de extinción/Endangered Bodies.

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