María Sol Pallero, estudiante de Comunicación Social

Facultad de Ciencias Sociales, UNICEN

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Programa “Friends of Fulbright”

Universidad de Texas en Austin, Estados Unidos

pallero1Después de un mes de haber regresado a Argentina, me encuentro en mi casa, acompañada por los mates que me ceba mi mamá, y escribiendo estas palabras que me sirven como balance de mi experiencia en los Estados Unidos.

 

“La previa” al viaje

A mediados de septiembre de 2016, mi hermana, María Pía, me dijo que se encontraba abierta una convocatoria de la Comisión Fulbright para el programa “Friends of Fulbright”, destinado a estudiantes de grado. Desde que Pía obtuvo una beca para docentes de idiomas y viajó a Scranton, Pensilvania por medio de la misma organización, suele estar atenta a las convocatorias que se abren. Apenas vi en qué consistía el programa, decidí inscribirme. Era uno de esos momentos en lo que se suele decir “no se pierde nada con probar”. La primera etapa fue sencilla y no solicitaba tanto papelerío: formulario con información personal y académica, certificado analítico, y carta de recomendación. La convocatoria cerró el 30 de septiembre, y sólo había que esperar un mail que en que se confirme el pase a la segunda etapa de selección. Y un día llegó. Me citaron a un encuentro presencial o virtual con autoridades de Fulbright, la Embajada de los Estados Unidos, y el Ministerio de Educación y Deportes, el 2 de noviembre. Teniendo en cuenta los problemas técnicos que pueden surgir durante las entrevistas por Skype, decidí viajar a CABA. Para ese momento, de 1024 postulantes, éramos aproximadamente 200 los pre- seleccionados. Finalmente, el día en que cumplía 22 años, me llegó un mail de felicitaciones por haber obtenido la beca. Y puedo decir que ese día empezó mi viaje.

Recibía mails todos los días. Del Ministerio, de la Comisión, avisándome que tenía que iniciar tal trámite, completar tal formulario. Pero particularmente uno de ellos me daba la noticia de que iba a tener la posibilidad de estudiar en la Universidad de Texas en Austin –Austin es la ciudad capital del Estado de Texas-, y desde ahí mi familia y yo empezamos a indagar. Días después, aparecí agregada en un grupo de Facebook, creado por la coordinadora de la Oficina Internacional de la Universidad, y desde aquel momento yo y el resto de los becarios comenzamos a sumergirnos en la vida norteamericana. Nos presentamos, nos conocimos, y seguimos haciéndolo en el grupo de WhatsApp que creamos con ese objetivo, hasta que nos vimos por primera vez en la Embajada, para iniciar el trámite de la Visa.

Finalmente, y después de haber estado hiper-conectados por un poco menos de dos meses y medio, nos llegó la hora la embarcar. En mi caso, el arranque no fue muy bueno, porque a causa de que el vuelo estaba sobrevendido, tuve que esperar mis tickets hasta minutos antes del despegue. Por suerte, pude subir al avión, y ahí inició mi primer viaje por el aire.

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Los veintiocho becarios antes de viajar a Austin

 

Seis semanas en Austin

Ya en Austin, y después de lo que podría llamarse un “período de adaptación” (instalarnos en el lugar donde vivimos, conocer el campus, recorrer la ciudad), comenzamos las clases. Nuestro cronograma académico se dividió en lo que llamamos ESL classes (del curso de inglés English as a Second Language) y UT classes (clases dictadas en la Universidad a las que concurríamos en calidad de oyentes).

 

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Vista aérea de parte del campus universitario

 

 

Los lunes, miércoles y viernes teníamos clases de inglés divididas en gramática, escritura y conversación-escucha, y los martes y jueves cada uno asistía a la clase que se le había asignado, como resultado de una serie de encuestas que la coordinadora del programa nos había pedido realizar para evaluar nuestros perfiles. En mi caso, tuve la suerte de formar parte de la cátedra Consumos en Latino América, dirigida por el Sociólogo argentino Daniel Fridman[1] .

 

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Cursé en el Instituto de Estudios Latinoamericanos “Lilas Benson”, y pude recorrer su increíble biblioteca, conocida y reconocida por ser la más completa del país. Encontré en Daniel no sólo un excelente profesional, sino también una gran persona. Por iniciativa de él, nos reunimos en dos ocasiones y tuvimos un encuentro informal en el que hablamos sobre el sistema universitario norteamericano, sus diferencias con el nuestro, el camino interminable (y costoso) de los postgrados, entre otros temas.

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Respecto de las clases a las que asistí durante mi estadía en Austin, una profesora de nuestra facultad me preguntó si la educación allá era muy escolarizada, y creo que esa es la palabra que mejor la define. Con mis compañeros sentíamos que habíamos vuelto a la secundaria: teníamos tarea todos los días, debíamos ser hiper-puntuales, y los docentes estaban, como los argentinos solemos decir, “todo el día encima nuestro”. En cuanto a esto último, contábamos además con una plataforma virtual que nos mantenía conectados con los profesores, y nos indicaba qué tarea debíamos hacer, cuándo debíamos entregarla, y en algunos casos, hasta qué hora podíamos subirla. Este ejemplo de la rutina universitaria evidencia el carácter hiper-organizado de la vida norteamericana. Los becarios solíamos decir que se manejaban como robots y realizaban sus actividades en forma sistemática, todas ellas medidas en minutos y descartando la posibilidad de romper con lo planeado.

 

pallero5Para concluir, tengo que decir que me siento sumamente agradecida e incluso afortunada por haber tenido la oportunidad de vivir esta experiencia. Con sus pros y sus contras, sus virtudes y sus defectos, el programa “Friends of Fulbright” me permitió vivir en una ciudad en la que conviven personas de diversas partes del mundo, interactuar con muchos de ellos, y así participar de un intercambio cultural. Además, pude conocer “desde adentro” el sistema universitario norteamericano y realizar una especie de análisis comparativo respecto del nuestro, salvando las distancias pero valorando el alto y abarcativo nivel académico de nuestras universidades públicas. Sumado a todo esto, el hecho de haber estado en los Estados Unidos en el contexto de asunción de Donald Trump hizo que la experiencia fuera particular. A todos los becarios nos resultaba shockeante (por ponerle una palabra que los defina) llegar a la clase de inglés y enterarnos de que el día anterior muchas personas habían sido deportadas de la ciudad. El miedo y la preocupación eran notorios en los residentes de Austin, única ciudad del Estado de Texas en la que el actual presidente obtuvo minoría de votos respecto de Clinton.

 

Por todo esto, recalco la importancia de de formar parte de programas de becas en el exterior para poder conocer otras culturas, sistemas educativos y formas de vida. Para aprender otros idiomas o afianzar conocimientos ya adquiridos, teniendo en cuenta que el idioma puede, en ocasiones, ser un obstáculo para la comunicación. Y, finalmente, para reafirmar el valor la educación pública que tenemos en nuestro país y el alto nivel académico en y con el que somos formados.

 

¿Qué son las becas Fulbright?

La Comisión Fulbright promueve programas de intercambio educativo y cultural, con destino a los Estados Unidos. En su sitio oficial, da a conocer los distintos tipos de becas a otorgar, a través de las cuales se pretenden financiar estudios de grado, postgrado e investigación.

Particularmente, el programa “Friends of Fulbright” tiene como objetivo que estudiantes de grado compartan una experiencia vivencial y académica con estudiantes de los Estados Unidos y diversos países del mundo. La beca es financiada en su totalidad por el Ministerio de Educación y Deportes de la Nación y la Embajada de los Estados Unidos, y puede tener una duración de 5 a 7 semanas en el período enero- marzo, dependiendo de la Universidad receptora.

2017. Newsletter . ISSN 1850-261X Copyright © Facultad de Ciencias Sociales. UNCPBA. Argentina



Daniel Fridman es el Director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Texas en Austin. Realizó su PhD (Doctorado) en Sociología en la Universidad de Columbia, y en noviembre de 2016 la Universidad de Stanford publicó su primer libro llamado Freedom from work: Embracing Financial Self-Help in the United States and Argentina .